Capítulo 40.

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"Estar solo no tiene nada que ver con cuantas personas hay alrededor".

LALISA MANOBAN.

Tenía sin mentir, una hora completa, sin un minuto más ni uno menos, mirando fijamente a Jennie dormir. Admirando sus pestañas, sus pómulos, sus párpados, su cabello, sus labios y nariz. Permitiendo admirar esta gran obra de arte.

Como su piel era tan única, como era ella, es que aquí ya yo no tenía nada que ver. Y me preguntaba el porqué de tantas personas fui yo. <<Porque la seguiste hasta que te dijo que sí>> en mi defensa, tenía fé. Y sí se me cumplió.

Sonrió como tonta ante mis pensamientos. Nada era imposible, y sucedió lo que no pasó por la cabeza de nadie, que hoy estuviera en la cama con esta mujer, cuando noche anterior ella me hizo suya y yo la hice mía, deseando que esa noche se repitiera una y otra vez. Donde nos miráramos a los ojos con conexión.

Ella hacía que conociera a una nueva Lisa, que no tuviera miedo a enamorarme y poder decir con seguridad:

—Te amo —musité.

Jennie soltó un pequeño gimoteo. Esperé que despertara bien, porque lo único que deseaba era llenarla de besos. Volver a observar sus ojos, ese color avellana que fácilmente me atrevería a decir que me gustaría ver a través de ellos. Y el deseo se me cumplió, Jennie abrió sus ojos con algo de lentitud. Al notar mi presencia, se espantó un poco.

—¿Me estás acosando? —inquirió.

—Digamos que eres mi persona favorita en las mañanas. Eres... no existen palabras y si las hay que escriban un diccionario nuevo —la almohada estaba tatuada en su cara, sus labios algo hinchados así como sus ojos.

—No digas esas cosas —respondió con la voz algo ronca y sexy. Estiró su cuerpo.

La sábana terminó rodando hacia abajo, dejando al descubierto sus pechos, apreté los dientes y sonreí, sabía que no lo hacía a propósito, pero era muy temprano y a estas horas con ella se me ocurrían muchas cosas para hacer. Al notarlo, se volvió a cubrir.

—Es tarde —sus mejillas estaban rojas de la pena—. Y me tengo que ir a...

—Quédate aquí.

—Lisa, bien sabes que no puedo.

—Pero ¿quieres? —acaricié su brazo.

—Me tengo que ir —se intentó parar, pero no la dejé.

—Respóndeme, Jennie. ¿Quieres?

Parecía una idiota preguntándole eso, pero ya no me importaba otra cosa que no fuera Jennie.

—Sí, Lisa. Quiero.

—¿Quieres amanecer todos los días así? —me senté junto con ella—. ¿Junto a mí? porque no quiero ser esto que ves por las noches o en las sombras; y no, no te estoy pidiendo que lo grites a los cuatro vientos, jamás. Pero si hay aunque sea un espacio en tu vida para mí, te juro que no lo desaprovecharé.

—Sí, Lisa. Quiero —repitió, ahora mucho más segura—. Y créeme, nunca antes estuve tan segura de algo.

—Tengo algo para ti —me estire sobre ella y saqué algo de mi mesa de noche, y con una sonrisa se lo entregué—. Quiero que lo tengas, esperaba dártelo más adelante, pero ahora considero que es el momento perfecto.

Amando La Terquedad De Tu Alma. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora