Brooke
Estaba muy segura que el día de hoy solo dos cosas podrían despertarme. Los pequeños rayos de luz que alcanzan a traspasar mi cortina, o también la alarma sería la responsable de que empezara mi día temprano. Lo sorprendente viene cuando escucho un pitido fastidioso cerca de mi oído que me obliga a sentarme en la cama.
Tallo mis ojos para acostumbrarme y ver frente a mí a un Josh recién bañado y con un espantasuegras.
—No te enseñaron a respetar el sueño de los demás, son como las seis de la mañana y las clases no empiezan hasta las nueve. —Paso la cobija por mi cuerpo, quedando tapada por completo —. Déjame dormir un poco más.
—De hecho, son las siete y treinta, por cierto. Feliz cumpleaños, princesita. —Y mis neuronas empiezan a funcionar cuando escucho la última oración.
En qué momento pasó tan rápido el tiempo para que ya sea cinco de febrero. Hace unos días estábamos esquiando en los Alpes suizos.
No puedo decir que espero paciente para celebrar mis cumpleaños y cuento los días restantes, no es que me desagrade, en realidad es algo bonito, supongo. Solo creo que es raro que te den atención por veinticuatro horas y luego todo vuelva a la normalidad siendo la persona común y corriente el resto de los trescientos sesenta y cuatro días restantes del calendario.
Mis cumpleaños después de la ida de mi madre no fueron malos, bueno solo por el hecho de que Alice se encargaba de no dejar pasar desapercibida esa fecha y planeaba algo especial. No recuerdo haber recibido un abrazo por parte de mi padre, eran solo cosas materiales, solo cuando se acordaba de la fecha, claro.
Los padres de Josh también se encargaban por igual de celebrarlos, Joseph es como el padre que nunca tuve y ocupó en muchas ocasiones el lugar de padre porque a Robert le quedó grande.
Robert estaba solo para mandar en mis gustos y decisiones, dejando de lado lo que pensaba. No jugó un rol verdadero como padre.
—Aprecio todo tu esfuerzo, Josh, pero es temprano —hablo por debajo de la cobija.
—Nada de «Es temprano» —me arremeda con voz aguda —. Supongo que iré a comer en la soledad absoluta el delicioso desayuno hecho por mí.
—Dijiste desayuno hecho por ti. —Saco mi cabeza —. Dame cinco minutos y ya estoy allá.
—Puedes tomarte tu tiempo, apenas iré a preparar todo, solo quería comprobar si así dejabas de hacerte la pendeja debajo de las cobijas. —Lanza la toalla a la cama y sale de la habitación.
Cuando me digno a separarme de mis cobijas y sacar mi cabeza para observar todo a mi alrededor, lo primero con lo que mis ojos chocan es con el cuarto inundado de ramos de tulipanes, uno tras otro adornan cada espacio del lugar que cobra vida con cada una de las flores que ocupan cualquier zona libre. Son de distintos colores, pero el que predomina es el morado.
Brinco de la cama y en mi escritorio hay una notita junto a uno de los tantos tulipanes.
Feliz cumpleaños número diecinueve, cariño.
Organizo mi cuarto y dejo todo en completo orden. Me ducho y salgo para colocarme un pantalón negro de cuero, botas y una camisa blanca corta.
Al llegar a la sala unos globos rosas me reciben y un pastel de chocolate hecho en casa descansa en la mesa con el desayuno y una cajita de cupcakes.
—El pastel de chocolate es cortesía de Alice, te dejó una nota.
No tengo palabras para describir lo bien que sabe ese pastel de chocolate, ella ha horneado la misma tarta desde hace once años y desde que recuerdo es mi favorito.
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Almas Rotas ©
Teen FictionBrooke, una chica que intenta ver el lado positivo de las cosas. Aunque en su vida familiar las cosas no marchen bien ella no deja que tales problemas opaquen su día a día pero nadie es tan fuerte como para fingir que lo que ha vivido no la afecta...