(+18 a partir del capítulo 40) Morí... ¡y desperté como la villana de mi telenovela favorita!
Mi nombre es Emma, y un día, tras morir en un accidente de lo más inesperado, cuando abrí los ojos... ¡era una mujer totalmente diferente!
Literalmente.
Em...
Despierto con un terrible dolor de cabeza que hace que me palpiten las sienes y los ojos, y me oigo a mí misma soltar un gruñido de incomodidad y agonía.
Me cuesta bastante abrir los ojos, pero, cuando lo hago, lo que veo me hace creer que estoy soñando y que no he despertado en absoluto.
—¿Dónde leñes estoy? —Mi voz suena ronca y mi boca está pastosa y sabe asquerosamente mal.
¿Qué me ha pasado?
Miro a mi alrededor y no reconozco el lugar. Se trata de una habitación lujosamente amueblada, tan amplia que la mitad de mi pequeño apartamento, sin exagerar, cabría dentro sin problema, y con una pared entera cubierta de ventanales de suelo a techo que dejan entrar la luz del sol a plena potencia.
Mis ojos palpitan de dolor de nuevo y se llenan de lágrimas debido a que la luz les da de lleno, así que los cierro y me llevo las manos a la cara, soltando otro quejido de molestia y angustia cuando la tripa se me revuelve y tengo que contener las ganas de vomitar.
Cuando logro abrir los párpados, la habitación sigue ahí, confundiéndome.
Es entonces cuando miro mis manos y mi confusión aumenta de manera exponencial.
—Estas manos no parecen las mías —observo con extrañeza, empezando a entrar en un leve ataque de pánico cuando mi voz tampoco suena mucho a mí. Suena como la de mi yo más joven, de hecho.
No sé dónde estoy ni cómo he acabado aquí y mi cuerpo se siente extraño, como si mi cerebro intentara moverlo de formas que no son las habituales. Como si fuera más alta de lo que realmente recuerdo ser y también más delgada y musculada.
Esto es muy raro.
Cierro los ojos e intento despertar del sueño más confuso que he tenido en toda mi vida. Y eso que suelo soñar, cuando estoy estresada, que un ejército de nubes de azúcar parlantes que siempre intentan convertirme a su extraña religión fanática de adoradores del azúcar me persigue por una playa desierta, palos de madera en mano, y ello siempre acaba conmigo despertando cuando me capturan y empiezan sus cánticos, que básicamente consisten en cantar la intro de Bob Esponja una y otra vez de manera muy tétrica.
Lo dicho: mi mente no tiene sentido alguno. A ver si alguna chamana de interpretación de sueños tiene ovarios suficientes para interpretar eso, es lo que siempre bromeaba con mis amigas.
Quizá ver ese show una sola vez cuando estaba aburrida una tarde me dejó traumatizada.
—Esto es muy extraño.
Mi cerebro está raro, pero yo qué leñes sabré sobre cómo funcionan los cerebros, solo sé que fallan demasiado a menudo. Al menos el mío.
Como ahora.
Me pellizco el dorso de la mano y doy un respingo de dolor, pero, por mucho que trato de despertar, no despierto. La «realidad» que ha creado mi mente sigue siendo la misma.
Abro los ojos y los cierro, repitiendo el proceso una y otra vez, pero la habitación no cambia ni tampoco lo hace la sensación extraña de que mi cuerpo no es exactamente como lo recuerdo y, aunque el dolor de cabeza remite bastante, sigo sin acordarme de cómo he acabado aquí y en este estado tan lamentable.
¡Si ni siquiera salgo ya últimamente de copas con las amigas del pilates, con todo eso de la pandemia! Como mucho las veo a través de la pantalla del móvil o del ordenador, si no están ocupadas con hijos y maridos (o nietos) o intentando no volverse locas tras semanas y semanas de estar encerradas en casa.
Como lo estaba yo, subiéndome por las paredes tras dos semanas de encierro y harta de tanta soledad, hasta el punto de que hasta me ponía la televisión por las noches porque, si no, sentía que me iba a volver loca de tanto silencio.
Es cuando alzo las manos de nuevo para frotarme las legañas de los ojos que me doy cuenta de por qué mi cuerpo se siente como se siente. Cuando bajo la mirada, veo un par de pechos grandes y firmes, una cintura de avispa y unas larguísimas piernas que, definitivamente, tienen que pertenecer al cuerpo de una veinteañera.
—¡Me cago en la leche, Merche! ¡Esta no soy yo!
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Si pudieras despertarte en otra realidad y en el cuerpo de otra persona, ¿quién sería? ¿Un personaje de anime? ¿De un libro? ¿Un villano, un antihéroe o un héroe? ¿De qué anime, serie o libro? :D
