Capítulo 26

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Ha llegado un extraño (1959)

-Colgate-Palmolive y Telesistema Mexicano

El hermano de Eric y su mayor contendiente por la mano de Araceli ha decidido entrar en escena, y no sé si estoy lista todavía para tanto drama en ciernes.

Necesito vacaciones, y eso que prácticamente acabo de llegar.

—¡Ey, campeón! —saluda César, entrando en la pista y dándole un abrazo a su sobrino, que se lo devuelve con fuerza y con familiaridad—. ¿Cómo estás? ¿Cómo van esos goles?

—Mamá me está ayudando para lo de las pruebas del equipo —le responde Julio, dando saltitos sobre sus pies y aferrando la pelota con ambas manos—. ¿Quieres jugar tú también, tío? Así también me ayudas tú.

Su mirada de súplica es como el poder de un titán: difícil de resistir.

—Claro que sí. Cuantos más mejor, ¿no, Emma? —replica con una sonrisa, alzando su mirada para clavarla en mí.

Sus ojos son de un bello gris azulado y casi igual de intensos que los de su hermano, pero no tan desconfiados ni tan fríos ni de lejos.

César es mucho más suave, mucho más tierno y menos arrogante, como suelen serlo los protagonistas secundarios masculinos.

Me esperaba algo de sorna o retintín o quizá de desprecio, pero solo hay un brillo amigable, aunque distante y cauto, en ellos.

Es un alivio.

—Muy cierto —le devuelvo la sonrisa.

La manera en la que parpadea y parece perder el hilo de la conversación durante un breve microsegundo es la única señal de que siente algo raro en mí.

Me encojo de hombros mentalmente. No hay nada que pueda hacer para evitarlo excepto imitar el comportamiento altivo y esnob de Villado, y eso no me va, así que va a tener que acostumbrarse a mí, como todos.

—¡Genial! —Julio da saltitos de entusiasmo—. Pues mamá es la portera y tú intentas robármela, ¿vale? O, espera, si me la pasas mejor. Así practico pases.

—Me parece perfecto, enano.

Julio frunce los labios con irritación.

—¡Que no me llames enano! ¡Ya soy mucho más alto, tío!

César se ríe y le revuelve el pelo con cariño. Se nota que suelen pasar bastante tiempo juntos y que se llevan muy bien.

Al final, pasamos más de una hora jugando, hasta que aparece Carlitos de la mano de Estefanía e insiste en que él también quiere jugar a la pelota, haciendo que Julio se ponga ansioso porque su hermano coge la pelota con las manos cada dos por tres y se niega a pasársela a nadie, insistiendo en que quiere chutarla él a la «portería», que soy yo.

—Venga, sin dramas. —La ironía no se me escapa—. Yo juego un rato con tu hermano y tú juegas con tu tío, ¿está bien, Julio? —medio entre ambos antes de que los dos tengan rabietas de frustración.

—¡Pero yo también quiero jugar contigo! ¡Nunca juego contigo! Carlitos puede jugar otro día —protesta el niño.

—Ya habéis jugado un rato los dos juntos —lo calma César, sacando otra pelota de fútbol de la caseta que hay a un lado de las gradas y pasándosela al pequeño—. Ahora deja que tu madre juegue con Carlitos y tú y yo practicamos un rato, y luego ya jugarás más con ella cuando tu hermano se canse.

—Pero Carlitos nunca se cansa...

—¿Prefieres que juegue yo contigo y tu tío con Carlitos? —inquiero.

Julio debate consigo mismo durante unos segundos.

—Vale. Pero solo un rato, que el tío pasa mejor la pelota.

Uy. Tocada y hundida, me río mentalmente. Es cierto.

—Pues trato hecho. Si te parece bien a ti, César, claro.

—... Me parece perfecto. —Sus ojos, como los de su hermano, me miran como si me estuvieran observando hasta el alma, pero el momento pasa rápidamente y pronto César pasa de nuevo a ser el hombre amigable y sonriente de siempre—. Venga, pequeño gigante, ¡a jugar!

Carlitos ríe y trata de que su tío no le quite la pelota, correteando de un lado a otro de la pista hasta que acaban en el otro extremo, y Julio y yo practicamos sus pases y luego sus goles un rato más.

Cuando volvemos a casa es casi la hora de la cena y los ojos de César, que he sentido observándome de vez en cuando, no se apartan de mi espalda mientras camina tras de mí charlando con Julio y Estefanía, que ha preferido sentarse en las gradas a observar, sobre cosas inanes.

Otro al que no debo subestimar, suspiro internamente.

¿Qué será lo siguiente?

¿Conoceré al fin a la famosa Araceli en persona, o el universo me tiene preparada otra desagradable sorpresa para nuestro encuentro?

Ya veremos cómo van las cosas. Visto lo visto, seguro que me sorprende con algo digno de este culebrón en el que ahora vivo.

Me estremezco solo de pensarlo.

Me estremezco solo de pensarlo

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Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora