Capítulo 53

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Esperanza del corazón (2011)

-Televisa


La noche pasa volando.

Tras cenar, nos acercamos a un puesto donde venden helados artesanales de todo tipo, y pedimos dos sabores poco comunes solo por curiosidad, que nos comemos mientras paseamos por la avenida, observando las atracciones que han montado en mitad de la misma y a la gente que va y viene de un lado a otro, disfrutando de la vida, riendo y comiendo.

El ambiente es genial. Eric y yo nos relajamos y divertimos durante unas preciosas horas en las que hablamos de todo y nada.

—Así que, ¿no te gusta la casa? —inquiere Eric cuando la conversación se desvía de nuestros curiosos vecinos, que han ganado diecisiete veces seguidas el concurso de luces de navidad de la ciudad, hacia nuestra casa y de ahí a unas posibles vacaciones en familia este verano, para volver luego a nuestra casa cuando él hace ese comentario.

—Es... No sé. Demasiado grande. Demasiado fría —respondo.

Él observa la noria, situada al final de la avenida, en el puerto del enorme río junto al cual se construyó la ciudad, y sus luces parpadeantes y brillantes mientras esta da vueltas sobre sí misma.

—Creo que lo entiendo —contesta mientras hace una bola del papel manchado del helado, que ya se ha comido, y se acerca a una papelera cercana para echarlo dentro—. Pero la verdad es que nunca le he prestado mucha atención. Aunque tampoco es que sea un apasionado de la decoración, la verdad. No me importa mucho si el sofá es de tal o cual marca o de tal o cual color. Lo que quiero es que sea cómodo para sentarme con mi familia a ver una película o a hablar.

—Pero —insisto—, ¿no se supone que cuando vas a casa tendrías que sentirte cómodo y arropado? ¿Que tendría que inspirarte una sensación de paz y bienestar?

—¿Cómodo y arropado? —pregunta, sin acabar de entender lo que quiero decir.

—Sí. Exacto. Ya sabes, como si fuera tu hogar —intento explicarle—. El lugar en el que descansas, en el que pasas gran tiempo de tu vida privada, en el que piensas cuando necesitas un refugio.

—Esa es una manera muy bonita de pensar en ello, no lo había visto nunca así —reflexiona en voz alta.

—¿Nunca? —me sorprendo—. Quiero decir, ¿nunca has sentido que tu casa era tu hogar?

Él se encoge de hombros y me tiende la mano para que se la coja.

Estoy tan concentrada en la conversación que el helado me gotea por los dedos de la mano que tengo libre, así que me inclino a lamer el desastre.

La mirada de Eric sigue los movimientos de mis labios y mi lengua y le escucho soltar un gruñido bajo y ronco. Sus dedos aprietan los míos con algo más de fuerza.

—No lo sé —dice finalmente, tras unos segundos de silencio reflexivo—. Nunca me he sentido así en ninguna de las casas que he habitado. De niño estaba con el personal de la casa o viajaba con mis padres, aunque lo cierto es que a ellos incluso entonces los veía poco. César y yo nos quedábamos junto a nuestra nana, que es la que se ocupaba de nosotros —me explica, y se me llena el corazón de pena por la infancia tan solitaria que tuvo. O que habría tenido si no fuera por el hermano inesperado que acabó viviendo con él cuando su madre, la amante del padre de ambos, le dio la custodia al padre a cambio de unos cuantos millones—. Siempre he pensado que una casa es el lugar en que duermes y en el que ves a tu familia después del trabajo, y ya está. No le he dado más vueltas.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora