Capítulo 4

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El premio mayor (1995)

-Televisa


Cuando logro calmarme, me animo a mirarme mejor en el espejo porque sigo sin creer lo que ven mis ojos.

Decido quitarme el vestido de tubo arrugado que llevo puesto y quedarme solo con el tanga negro de encaje que hay debajo y doy un par de vueltas sobre mí misma para verme desde todos los ángulos.

—¡Guau! Qué flexible es esta chica —me asombro con admiración—. ¡Y qué guapa! Cómo se le nota la suerte de genes que ha heredado. Y que se cuida mucho, también.

No es exactamente como la actriz que hacía de Emma Villado Correvieja (tócate los ovarios con los apellidos. Si es que a algunos guionistas no se les ocurre nada bueno), pero es tan similar a ella que no dudo a la hora de reconocerla.

Hasta tiene el mismo tatuaje en la clavícula: dos flores, una por su hijo mayor y otra por el menor, para llevarlos siempre encima. Hijos que en la serie se llamaban Julio y Carlitos, aunque no sé cómo se llamarán los de la actriz, si es que soy ella realmente y no la villana en sí.

Sería más lógico, ¿no?

Quizá sea una mujer que solo se le parece. Aunque algo me dice que no. Que es ella, aunque no sea exactamente igual en persona, sino que es mucho más guapa de lo que parece en pantalla.

—Soy una actriz famosa. —Me río, mirándome en el espejo y decidiendo vestirme de nuevo, no sea que el espíritu, o lo que sea, de la ocupante original de este cuerpo venga, me saque a patadas y encima me llame pervertida.

Mi boca sigue pastosa, así que, una vez me he vestido, me lavo los dientes con el cepillo que mi cerebro me dice que es el mío mientras mi cabeza no deja de dar vueltas y vueltas y más vueltas.

De repente, mi mente hace ¡pum!

Es como si mi cerebro fuese una biblioteca llena de información y yo acabase de abrir la puerta de golpe.

Casi me explota la cabeza de dolor cuando empiezo a preguntarme, por enésima vez, ahora que estoy algo más despejada y centrada, qué está pasando, y este me responde con una andanada de información que me causa una inmensa jaqueca y me marea hasta el punto de tener que sentarme en la tapa cerrada del váter para no perder el equilibrio y acabar otra vez espatarrada en el suelo.

Joder. Que no soy la actriz, como creía, ¡sino que realmente soy Emma Villado, la villana de telenovela! 

Y no solo eso, sino que me he «despertado» en torno al capítulo cincuenta de la serie, tras el salto de tiempo en el que se muestra que Emma y Eric han tenido dos hijos: Julio, del que Emma se quedó embarazada a propósito tras drogar a Eric con una especie de afrodisíaco para que traicionara al amor de su vida, Araceli, la protagonista femenina (una jovencita dulce, inocentona y muy panoli que se pasa la telenovela entera llorando y siendo maldecida con tragedia tras tragedia que te hace empatizar con ella... al menos hasta que te hartas de tanto drama y tanto lloro) y que causó que Eric, que es uno de esos típicos hombres «duros, honorables y machos» de las telenovelas (y está para mojar pan y lo que haga falta, aunque sea un machito al que yo le pondría los puntos sobre las íes con muchas ganas), se casara con ella por «honor» y para criar a su hijo dentro del matrimonio.

Como si hacerlo fuera del mismo, con un acuerdo de custodia compartida, fuera algo desconocido en la era moderna, oye. ¡Menudo pecado! Ugh.

Estilo Edad Media total, vamos. Las telenovelas en general no suelen tener valores muy modernos, algo de lo que me quejaba con ahínco por mucho que las viera con ganas porque creo yo que lo que más me gustaba de Abrázame fuerte, mi amor, por ejemplo, era el quejarme de lo tontos que eran todos, a pesar de que admito que la novela enganchaba y te dejaba con la miel en los labios al final de cada capítulo.

Espera.

¡Espera!

Mi mente hace clic otra vez.

¿Hijos?

—Ay, Dios. Ay, mi madre... No puede ser cierto.

Pero, si estoy dentro del cuerpo de Emma Villado, villana por excelencia de la telenovela más famosa de todos los tiempos, entonces esos hijos existirán en alguna parte, ¿no?

Me da tal vahído cuando al pensarlo me sobrevienen los recuerdos de este cuerpo, de esta Emma, que para ella misma es una persona muy real con una vida muy real, y veo las caritas de Julio y Carlitos en su (mi) memoria, que tengo que alargar un brazo y sostenerme a la pila que hay junto al váter o me habría ido de bruces por enésima vez en esta última hora desde que he abierto los ojos.

—¡Hijos! —Rompo a llorar con fuerza, emocionada—. ¡Tengo hijos! Ay, mamá que estás en el cielo, ¡que tengo hijos!

 ¡Tengo hijos! Ay, mamá que estás en el cielo, ¡que tengo hijos!

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Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora