Epílogo I

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Volver a empezar (1994)

-Televisa


Hablo con mamá unos días después, cuando estamos solas mientras Eric está despidiéndose finalmente del trabajo, Julio practica con su equipo y Carlitos está en sus extraescolares (natación), y le cuento mi teoría sobre Araceli siendo la nieta del abuelo y su madre la medio hermana de mamá.

Aunque la verdad es que no recuerdo cómo sé todo eso. Solo que es una posibilidad muy cierta, por extraño que parezca, y que no se me va de la cabeza.

—Pero, ¿tú estás segura de lo que dices, cariño? —se extraña mamá.

—Creo que sí mamá —titubeo al hablar.

—¿Y cómo sabes eso?

Me encojo de hombros, tan confusa como ella.

—No sé. Será un instinto o llámalo como quieras —digo, pensativa y tratando de hacer memoria de qué me ha llevado a esa conclusión, pero incapaz de entenderlo yo misma—, pero creo que es cierto.

Mamá se queda en blanco durante sus buenos cinco minutos, sin saber qué decir y dándole vueltas a la cabeza.

Yo me dedico a intentar descifrar mi cerebro, aunque al final me doy por vencida porque ello solo me causa dolor de cabeza.

—Ay, virgen santísima, ¿y ahora cómo arreglo yo esto? —se queja mamá al cabo de un buen rato.

—¿A qué te refieres? —inquiero.

—A que no quiero que a tu abuelo le dé un ataque al corazón al saberlo, a eso —me aclara ella—. Él es muy cabezota e insiste en decir que está sano como un roble, pero sé que me ha ocultado que hace unas semanas le dio una taquicardia porque soy amiga de su secretario y él me lo ha contado en privado.

Se la nota muy preocupada por la salud de su padre, al que está muy unida. Sobre todo desde que se quedó viuda y se mudó a vivir con él porque no soportaba estar sola. Se hacen compañía mutuamente y se miman el uno al otro, y eso es superbonito de ver.

—¿El abuelo tiene problemas de corazón? —me preocupo.

Puede que sea un cavernícola, pero es mi abuelo y le quiero.

—No lo sé porque no quiere ir a ver al médico y yo todavía estoy tratando de convencerlo —dice mamá con enfado dirigido hacia su tozudo padre—. Hay que ver qué cabezota es. Eso lo has heredado de él.

—¡Ey! —protesto, indignada.

No es cierto.

—Es verdad y lo sabes. Yo soy la sensata de la familia.

Me río y ella me regaña, convencida de que dice la verdad. La cabezonería la he heredado de ella, diga lo que diga.

—Así que, ¿qué hacemos? ¿Se lo decimos al abuelo? —pregunto.

—Hombre, decírselo habrá que decírselo —decide ella—. A no ser que sean mala gente, ¿son mala gente?

Reflexiono y pienso en lo que sé de Araceli. La cabeza me palpita cuando trato de entender por qué sé, o creo saber, tanto sobre la chica.

Qué raro. Quizá deba ir al médico a que me miren lo de las migrañas yo también. Tendré que comentárselo a mi mejor amigo, Gabriel, la próxima vez que nos veamos. Puede que como cuñados.

¿Es «cuñados» el término cuando alguien es tu prima? No lo sé.

—Araceli es una buena chica. O eso creo —cavilo—. Hace muchas labores sociales y Gabriel, que es un buen amigo, está saliendo con ella y dice que es la dulzura personificada. Un poco cabezota, como tú y como yo —ignoro el bufido de protesta de mamá—, pero buena persona.

A Gabriel y a Araceli les va muy bien juntos. Hace dos días quedamos para tomar un café él y yo y el médico está superfeliz con ella. Ya van por la sexta o séptima cita y él le ha presentado a sus padres, así que, como es de esperar con Gabriel, que no hace nada a medias, él va muy en serio.

Es bonito ver a un amigo así de feliz.

—Entonces quizá primero debamos hablar con ellas, ¿no? —especula mamá—. ¡Ay, hija, no sé! —grita de repente, sacudiéndome del brazo y dándome un buen susto.

—¡Y a mí por qué me chillas! —me río, tirando de ella para un rápido abrazo afectuoso que hace que se ponga feliz de recibir afecto.

¿Por qué no hacía estas cosas antes? ¿Por qué no abrazaba a mamá con más asiduidad hasta hace unos meses? No lo entiendo. Pero quizá lo que importa es que ya no temo expresar mi afecto de manera verbal o física cuando sé que ello es bienvenido, respetando los límites de los demás y los míos propios. Y me siento bien con ello.

Me siento muy bien desde hace tiempo. Mejor que nunca. Más feliz que nunca.

—Así que es posible que tenga una medio hermana y una sobrina, ¡menudas sorpresas da la vida! —exclama mamá, que no sale de su asombro.

—¿Una qué? —nos interrumpe una voz.

Ambas, sentadas en la terraza con limonadas en la mesa, nos giramos para ver que el abuelo está parado a escasos metros y que con la algarabía de las risas compartidas ni nos habíamos enterado de ello.

El hombre tiene los ojos abiertos como platos y nos mira como si no entendiera lo que acaba de oír.

Uppps.

El gato está fuera del saco y quiere respuestas.

El gato está fuera del saco y quiere respuestas

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Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora