Capítulo 38

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Te sigo amando (1996)

-Televisa


Me he escondido en una de las terrazas superiores.

Sí, soy una idiota. Y, sí, también un poco cobarde. Pero estaba harta de las miraditas, los cuchicheos, los susurros y las risas mezquinas de demasiada gente con la que me cruzaba en el salón de baile, aunque muchos no se portaran como imbéciles y en cambio se mostraran respetuosos al oír la noticia que va de boca en boca ahora mismo como en el juego de la patata caliente o, peor, el del teléfono: tergiversando el rumor cada vez que pasa por un nuevo filtro y volviéndose más colorido con cada nuevo recuento de la escenita que hemos montado junto a la mesa de refrigerios.

Ufff. Menuda noche —suspiro para mí misma, apoyando los antebrazos sobre la barandilla de piedra de la planta superior.

Por suerte, el lugar está vacío a excepción de una pareja de mujeres mayores que parecen más preocupadas por meterse la lengua hasta el fondo de la garganta que en mí, sentadas al otro extremo de la enorme terraza y apenas visibles tras las pesadas cortinas de terciopelo rojo que las ocultan a la vista de los de abajo, así que me puedo tomar un merecido descanso.

Y pensar que esperaba poder bailar y pasármelo bien esta noche ignorando a todo el mundo y a sus muchos escándalos en curso. Pues ahora yo soy el centro de uno de ellos.

Tócate los ovarios, Mariana. Si lo hubiese ido buscando, quizá ni habría sucedido.

—Bueno, Emma —me animo—, el gato está ya fuera del saco y ya no hay nada que hacer, así que al menos disfruta de la idiotez de otros como espectadora, que te lo has ganado.

Me inclino ligeramente sobre la barandilla cuando empiezan los «ohh» y «aah» y no entiendo qué es lo que está pasando hasta que la veo entrar por las puertas dobles, bajando las escaleras centrales cubiertas por una alfombra roja como la dichosa Cenicienta del cuento de hadas.

Exactamente igual. Lo juro.

Con su vestido blanco y azul, su cabello hermosamente recogido y sus mejillas ruborizadas, Araceli es una belleza todavía más espectacular que la actriz que la representaba en televisión, como suele suceder en este mundo.

Incluso desde mi altura puedo ver cómo encandila a los demás con una sola sonrisa tímida, cómo domina la sala con su presencia, cómo todos se giran a mirarla con envidia o admiración.

Y cómo Eric no está por ninguna parte ni la recibe al pie de las escaleras como hizo en la serie.

Qué raro.

La protagonista principal ha hecho su entrada triunfal, pero, ¿dónde está su galán masculino?

Miro hacia todos lados y no lo veo por ninguna parte, y pienso que tal vez haya hecho como yo y se haya escondido de los murmullos y las miraditas, pero eso no le pega a un hombre como Eric Donovan.

A Eric le pega estar en el centro de la discusión, redirigiéndola y dominándola para llevarla a donde él quiera que vaya.

—¿Dónde leñes está ese hombre?

—Emma.

—¡Ay, la leche! —Me llevo una mano al pecho del susto y me giro para encarar a Eric que, cómo no, es el que casi me produce ese microataque al corazón.

A este hombre le basta con pronunciar mi nombre para alterarme hasta la tiroides. Será posible... Ya tengo las hormonas revolucionadas de solo sentir su presencia, de solo escuchar su voz, de solo oler su colonia, masculina y almizcleña, mezclada con su aroma natural y el olor del jabón que usa para ducharse, que no sé cuál es, pero me vuelve tan loca como todo él.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora