Capítulo 29

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Mamá Campanita (1978)

-Televisa



El día, como había predicho, es de perros.

Lo único bueno que tiene de importancia es que los niños y yo pasamos tiempo con mi madre, con la que quedamos a comer a mediodía.

En cuanto nos ve entrar en el restaurante del club de campo, donde hemos quedado, la cara de Juanita se ilumina como si la hiciesen brillar cien mil fuegos artificiales desde el cielo.

Es una mujer preciosa en cuerpo y alma. Al menos para mí. El resto del mundo tiene otra opinión. Pero el resto del mundo me importa menos que un cojón.

—¡Mis chicos! ¡Mis amores! —Se levanta y abre los brazos de par en par con una sonrisa de oreja a oreja. Los dos niños se lanzan hacia su abuela y le devuelven el achuchón con ganas.

Juanita Correvieja (una vez más: tócate las pelotas con los guionistas por el apellido que eligieron) es una mujer bajita y de curvas pronunciadas, pero rostro enjuto y pómulos afilados. Sus ojos, idénticos a los de su hija, son oscuros, hermosos y astutos y todo ello lo acompaña con una personalidad propia de una mujer que ha sido mimada toda su vida, cuya mayor preocupación en la vida es lidiar con la cruenta y constante batalla que es su vida social contra otras personas de la alta sociedad de Capital.

Ganadora de diez mil batallas sociales y reina por antonomasia de la alta sociedad, Juanita no se amedrenta ante nada ni nadie.

—¿Cómo están mis niños?

—Bien, abuela —contesta Julio—. ¿Sabes que voy a presentarme a las pruebas de fútbol?

—Ya me lo ha dicho tu madre. ¡Ay, qué ilusión! ¡Mi Julio quiere ser un deportista! Deja que la abuela te dé otros dos besos. —Besa las mejillas de un Julio que se retuerce para salir de su agarre con dos sonoros «muaks»—. ¿Y tú, Carlitos? ¿Cómo estás?

Nien —replica el niño, que ha perdido todo interés en la conversación y quiere sentarse a la mesa porque le he prometido una copa de helado tras la comida. A él y a su hermano.

—¡Pero qué alto estás! ¡Y qué guapo! —gorjea mamá.

Carlitos sonríe y se infla como un pavo real, irguiéndose en su silla para que su abuela vea lo grande que está ya.

—Y tú, mi niña, ¿cómo estás? —Finalmente se gira hacia mí, abriéndome los brazos como ha hecho con los niños.

Sintiendo un súbito nudo en la garganta y unas ganas inmensas de echarme a llorar que no sé de dónde vienen (quizá del amor con el que me habla y de lo mucho que me recuerda a mi madre de una vida anterior), la abrazo con fuerza contra mi pecho, ya que le saco al menos una cabeza de alto de lo pequeña que es.

—Te he echado de menos. —No miento al hablar. Estar de nuevo en su presencia se siente como realmente estar de nuevo en presencia de mi madre.

Es asombroso y da un poco de miedo, pero, más que nada, me produce una emoción que es mezcla de nostalgia, júbilo, felicidad y alivio.

—Y yo a ti, hija mía, y yo a ti. —Se limpia las comisuras de sus ojos, perfectamente maquillados, con un largo dedo de uñas pintadas de rojo—. Ven, siéntate y hablemos. ¿Tenéis hambre ya? ¿Queréis que pidamos algo para picar?

—¡Yo sí! —prorrumpe Julio.

—¡Y yo! —lo secunda Carlitos.

Así que abrimos la carta y, tras veinte minutos de debatir con los niños, pedimos la comida del menú completo y el camarero se va habiendo apuntado lo que queremos.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora