Capítulo 37

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Laberintos de pasión (1999)

-Televisa


Eric es como un dios oscuro y diabólico.

Ser consciente de que este hombre puede aplastar a alguien si cree que ya ha agotado todas las oportunidades que le ha dado o se le cruza de manera particularmente mal es una cosa, pero ver la cara fría y calculadora de mi marido en escena y de frente es otra muy diferente.

Oh, Eric no es un hombre injusto o innecesariamente cruel... a no ser que le toques a sus hijos. Entonces no hay infierno capaz de esconder a su víctima, porque eso es lo que sería esa persona: su víctima. Y eso es lo que fue Villado cuando trató de usar a los niños como un arma contra él y fue cruel con ellos durante el proceso de divorcio, aplastándolos psicológicamente para volverlos contra su padre (cosa que logró con Julio, pero no con Carlitos): la despedazó legalmente hasta arrebatarle todo aquello que ella valoraba (el dinero y al propio Eric) y dejarla sin nada a lo que aferrarse.

Le quitó la custodia de los niños o, antes más bien, se la quitó ella misma, demostrando una y otra vez y diciendo a voz en grito que los niños no le importaban y que él podía quedarse con ellos si a cambio accedía a no romper con ella.

Pero esta es otra realidad. Una que no va a suceder.

Aquí Eric tiene motivos para desconfiar de mí y vigilar cómo me porto y qué les digo a los niños porque ha aprendido a no fiarse de mí, a causa de las pasadas salidas de tono dramáticas de Villado, que empezaron a surgir cada vez más tras nacer Carlitos (cuando ella dio por sentado que Eric no la dejaría nunca hiciera lo que hiciera y dijera lo que dijera) aunque poco a poco vaya cambiando de opinión sobre mi persona, pero no tiene motivos para odiarme.

Porque él no odió a Villado hasta lo del divorcio. Hasta que ella cruzó ese límite no permitido: el de herir a sus hijos a propósito y de manera maliciosa y cruenta.

Así que, aunque vayamos a divorciarnos, todavía hay una parte de él que siente afecto por mí. Por esa niña que fue su mejor amiga y en la que vio cosas buenas mientras crecían y que aprendió a querer a pesar del obstáculo de un matrimonio arreglado, hasta que le fue imposible seguir haciéndolo cuando las cosas malas se hicieron más comunes que las buenas.

Todavía hay una parte de él, caigo en la cuenta mientras veo a Gabriel y a mi marido mirarse el uno al otro como dos tiburones que miden al contrincante: dando vueltas alrededor del otro en mitad de un territorio hostil repleto de miradas de peces curiosos, que me considera su esposa.

Sinceramente, no me esperaba que se pusiera celoso. Y más sabiendo el naciente afecto que siente por Araceli, a la que no veo por ninguna parte (imagino que hará su entrada como lo hizo en el show: como Cenicienta. Tarde, resplandeciente y llamando la atención de todos los presentes).

Oh, observo con el corazón acelerado, más que celos, lo que Eric siente es... amenaza.

Casi me río al notarlo.

Eric Donovan, el guaperas magnate multimillonario, CEO y más inteligente que la suma del intelecto de casi todos los presentes, se siente amenazado por Gabriel, el guapo médico genio de una familia de clase media acomodada, que a su vez responde a esa muestra de territorialidad sin palabras, más evidente en el lenguaje no verbal que otra cosa, con su propia pose de macho imbécil marcando su propio territorio. Que soy yo.

No sé si soltar un bufido por lo ridículamente machitos que parecen ambos ahora mismo o ignorar su pelea silenciosa y mandarlos a ambos al carajo.

No soy una maldita presa ni una «hembra» que reclamar.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora