Capítulo 8

2.3K 226 2
                                    

Vivir un poco (1985)

-Televisa


La Emma de antes ni se sabía los nombres de la gente que le cuidaba la casa y le preparaba la comida, pero yo me sé hasta el nombre del personaje secundario que apareció en el capítulo ciento treinta y tres durante quince segundos. Soy una experta en esto.

Y por ello también sé que doña Begoña tiene mucha influencia en esta casa, porque fue ella quien crio a los dos niños de la rica familia Donovan: Eric, con el que me casé, y su hermano menor, César.

Es el apoyo constante de la gruñona anciana doña Begoña a la protagonista, una vez la chica entra como dueña en el lugar, lo que hace que los padres de Eric, que son unos esnobs, acaben aceptándola como nuera cuando ella guía a la chica para ganarse su aprobación.

—Gracias, Juanjo —le digo, sonriente, al que resulta ser el guapo sobrino de la cocinera (el que salió quince segundos), cuando me trae el segundo plato. Como si fuese esto un restaurante. Es una pasada—. El desayuno estaba delicioso y el servicio, como siempre, ha sido fantástico.

Él se queda mudo de la impresión, pero yo sigo, imparable, porque si he de empezar a construir un imperio debo empezar por los cimientos y esos cimientos deben ser la impresión que otros tienen de mí por ovarios, aunque no me guste, ya que ello influye muchísimo en eventos posteriores.

Y porque, además, sé muy bien lo que es trabajar en hostelería y el cómo sientan las palabras de una persona que valora tu trabajo y te trata como a un ser humano digno. Con respeto, leñes.

—Valoro mucho vuestro trabajo —le digo con total seriedad y honestidad—, aunque no os lo diga lo suficiente. Gracias por todo lo que hacéis por nosotros día a día.

—Gracias... —titubea unos segundos antes de aclararse la garganta y empezar a hablar con mayor firmeza—. Gracias, señora. Lo apreciamos mucho.

Se despide y se va sin dejar de girarse una y otra vez a mirarme por encima de su hombro, no tan disimuladamente como cree, como si esperase que yo hiciera ¡puf! y desapareciera de repente, siendo sustituida por una bruja que se echara a reír con un sonoro «muahahaha» maligno.

Ayyy, si es que tengo mucho en lo que trabajar.

Me río en silencio sabiendo que, en cuanto entre en la cocina, entre lo que cuenten él y el otro trabajador el personal va a estar hablando de mí durante días.

Pues que lo hagan. Más lo harán luego cuando les dé motivos de sobra para ello.

—¿Cómo va el desayuno, mis chicos? —Vuelvo mi atención a lo importante.

—¡Nien! —responde Carlitos con entusiasmo, golpeando el plato con su cuchara y riéndose.

—Carlitos, cariño, te estás poniendo perdido. Ven, deja que te ayude mamá. —Me inclino sobre mi asiento, humedezco la servilleta de tela con un poco de agua y le limpio la carita, el cuello, los bracitos y las manitas. Luego le ayudo a coger bien la cuchara, sintiendo una oleada de ternura recorrerme cuando sus deditos manchados de plátano cogen los míos con ganas—. ¡Qué fuerte estás! —lo alabo con una sonrisa, besando su nariz de botón y haciéndole reír de nuevo. Cuando me devuelve el besito se me humedecen los ojos y tengo que parpadear varias veces para no ponerme a llorar como una magdalena. Mis emociones son tan intensas que me resultan imposibles de describir o definir. Me invade un sentimiento que no quiero que se acabe nunca y que es tan infinito y tan poderoso que arrasa conmigo como un tsunami. Nunca había sentido nada tan bonito ni tan maravilloso—. ¿Y tú cómo vas con el desayuno, Julio, mi vida? ¿Te gustan las tostadas? —pregunto con voz afectada, cogiendo otra servilleta para sonarme los mocos y ocultar un poco mi cara enrojecida y mis lágrimas.

Julio asiente con timidez, mirándome con ojos brillantes y llenos de una frágil esperanza que me rompe un poco el corazón.

Mira que tener hijos solo para ignorarlos o utilizarlos. Y otras sufriendo una agonía sin poder ser madres, como yo. Qué injusto es el mundo.

—Bien, mamá. Está todo muy bueno. Doña Begoña cocina muy bien. —Julio está empezando a entusiasmarse de manera tentativa, ilusionado de que le hable y le trate con cariño, y a mí se me empañan los ojos de lágrimas por enésima vez.

No sé si será por las hormonas a pleno rendimiento de Emma, que no he sufrido desde hace años, o será toda esta situación que me tiene el alma conmocionada, pero no puedo dejar de sentirme al borde de otro ataque de llanto de manera perpetua, especialmente cada vez que los miro o los escucho hablar, respirar o moverse.

Son un milagro y no lo saben, pero yo sí.

—¿Verdad que sí, cariño? Ale, come bien, amor, que tienes que estar saludable, ¿eh?

—Sí, mami.

Si es que este niño es un amor y se merece todo lo mejor del mundo. Como una flor que solo necesita cariño y afecto para florecer, en unos pocos segundos ya ha olvidado toda su aprensión y me mira con una sonrisa de oreja a oreja, tímida pero optimista, ahora que se le ha pasado el shock de ver un comportamiento inusual en su madre.

Los nervios se me van calmando poco a poco, pero las ganas de colmarlos de afecto, si ellos me dejan, se quedan conmigo y ganan en intensidad a cada segundo.

Cuanto más miro sus pequeñas caritas, dulces e inocentes, más quiero hacerlo todo bien. Por ellos y por mí.

Eric puede irse a freír espárragos, casarse con la protagonista o lo que le salga del papo. A mí lo que me importa de verdad son estos niños y el que ellos estén bien.

Voy a corregir todas las maldades que sufrieron en esa maldita telenovela, empezando por su propia madre biológica y el trato que esta les daba, pero cagando leches.

Voy a corregir todas las maldades que sufrieron en esa maldita telenovela, empezando por su propia madre biológica y el trato que esta les daba, pero cagando leches

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora