Capítulo 20

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Montecristo (2006)

-Telefe

La mañana siguiente amanece casi insultantemente hermosa y risueña.

El sol brilla con amabilidad sobre la mansión y el enorme jardín de los Donovan, la temperatura es perfecta para disfrutar de un día fuera de casa y, a pesar del estrés y de la incomodidad de anoche, he dormido como una rosa.

Es otro punto más que hace que esta vida sea genial, ya que antes padecía un insomnio terrible que me agotaba y me dejaba irritable, furiosa y triste hasta el punto de que vivía mis días como una zombi que siempre estaba al borde de un ataque de llanto de puro cansancio, dolor y de la frustración que sentía a todas horas, despierta o dormida.

El cambio de un cuerpo enfermo a uno sano es algo brutal, y no dejo de maravillarme con ello.

Solo por esto, por sentirme así de libre y sin dolor, sin miedo a caminar, a correr, a moverme o a intentar dormir, mi muerte y mi renacimiento han valido la pena, aunque suene extremo y sangriento.

Jamás se valora la salud, no realmente, hasta que no sufres su pérdida y ello te afecta el resto de tus días de manera cruel y con impotencia, sin poder hacer nada para cambiar el declive del cuerpo que habitas y sintiéndote atrapada dentro de él.

Me levanto con un bostezo, elevando los brazos por encima de mi cabeza y estirando la espalda hasta que cruje, sonora y satisfactoriamente, y me meto en el baño para empezar oficialmente mi día.

Para hoy, que voy a ver al detective Adrián tras llevar a los niños al cole, elijo un precioso vestido blanco de corte informal decorado con un cinturón dorado atado en la cintura, con zapatos y bolso a juego.

Estoy guapísima, como siempre, cuando me miro en el espejo de manera apreciativa.

—Me voy a acabar enamorando de eso de tener tanta ropa e ir a la moda.

Me está empezando a gustar bastante. Me siento como la barbie que tenía de pequeña, solo que a la mía era mi madre la que le cosía vestidos hechos de retales de cortinas y cojines que sobraban de su negocio de costurera.

Dejo salir la pena que me da su ausencia con un suspiro, me maquillo un poco los ojos y los labios, me pongo un ligero colorete y salgo de la habitación dispuesta a arrasar con este mundo un día más una vez me haya tomado mi necesaria taza de café con leche de las mañanas.

Cuando llego al comedor los niños me están esperando con legañas en los ojos.

—¡Buenos días! —exclama Julio al verme, con felicidad y alivio claros en su mirada y en su carita ilusionada.

Tengo la sensación de que creía que lo de ayer era la excepción y que volvería a mi «yo» indiferente una vez más.

Tendré que demostrar, más que decir (cosa que ya he hecho varias veces; pero las palabras, tras tantos años de acciones que las contradicen, es normal que caigan en saco roto), que a partir de ahora me gustaría ser parte de sus vidas en todas las facetas en las que ellos me dejen serlo. Y que esta (desayunar juntos, acompañarlos y estar con ellos), es una de ellas.

—¡Buenos días, amores!

Nuenos días, —saluda Carlitos con un bostezo. Tiene una adorable carita de adormilado y los ojos semicerrados, como si los párpados le pesaran demasiado.

Dulce dormilón. Debe de haber estado durmiendo al menos ocho horas y algo desde que se durmió en el sofá y lo llevé luego a su cama, mientras Eric subía a Julio a la suya.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora