Capítulo 35

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Cenizas y diamantes (1990)

-Televisa


El día, como suele suceder con los días estresantes y demasiado llenos de emociones desbordantes, transcurre con demasiada lentitud.

Desayuno con los niños y con Eric en un ambiente que está menos tenso de lo que cabría esperar a pesar de que él no deja de mirarme de vez en cuando, como si tratara de decirme algo, aunque ni él mismo sepa el qué, o de captar mis ojos con los suyos. Pero yo evito hacerlo y trato de ignorar su presencia lo mejor que puedo.

Luego, tras desayunar, juego un rato con Julio al fútbol en la pista de tenis, que ahora mismo me trae demasiados recuerdos no muy agradables, y logro parecer lo suficientemente normal para que nadie note que dentro de mí algo está gritando para hacer oír, por encima de mi negativa a escuchar, lo que quiera que mi corazón tenga que decirme respecto a Eric.

Se acabó el dejarme llevar por él. La Emma fuerte e indiferente debe regresar cuanto antes, por mi propio bien.

A mediodía mi madre llega para comer con nosotros y recoger luego a los chicos, ya que esta noche es la fiesta de gala benéfica y no quiero que se queden solos en casa, y ella siempre está encantada de pasar tiempo con ellos, así que la casa se queda casi vacía sin su presencia una vez se van, como si se hubiese ido toda la calidez de la misma con ellos y solo quedasen atrás sus fríos pasillos de mármol.

Es una bella mansión, pero tan solo eso: una mansión. No un hogar. La mayoría de sus habitaciones están vacías y los pasillos hacen demasiado eco cuando camino por ellos, tratando de evitar pensar en Eric, que se encierra en su despacho para trabajar un rato más antes de la fiesta, aunque apenas cruzamos un par de palabras más en todo el día.

Así que, cuando llega la tarde y es tiempo de arreglarse para la dichosa fiesta, solo siento alivio de que las cosas al fin avancen hacia alguna parte, aunque esa parte sea cuesta abajo.

Es una suerte que se me dé mejor caminar cuesta abajo que cuesta arriba, bromeo conmigo misma.

Ja. A quién no.

Me meto en el vestidor tras rechazar la merienda ligera que me ofrece preparar para mí un solícito Juanjo y la invitación de compartirla con Eric en su despacho, porque no tengo ganas de lidiar ni con Eric ni con la entrometida de doña Begoña, que ya ha servido diferentes paellas en dos ocasiones: anoche, en la cena, y este mediodía en la comida con mi madre, y que no dudo que sería capaz de volver a hacerlo hasta que... no sé el qué y me da lo mismo.

Espero que no espere una disculpa porque no la va a tener jamás.

Menuda rabieta tan tonta está teniendo esa testaruda mujer. Es peor que yo.

—¿Qué me pongo? —cavilo, observando las largas hileras de prendas ordenadas por estilo, estación del año y color—. ¿Quién me iba a decir a mí que tener tanta ropa iba a suponer un problema a la hora de vestirse? Cojones, si es que este vestidor es casi más grande que mi antiguo apartamento. —Mi voz hace eco en la enorme habitación llena de armarios de suelo a techo.

En mi anterior vida, tenía un total de dos vestidos para todas las ocasiones: uno de algodón y lino, sencillo y bonito, para salir a pasear o, cuando podía, a bailar, y otro de color rosa un poco más elaborado, adquirido en la tienda de ropa de segunda mano de la Paquita por una ganga de precio, que usaba cuando me invitaban, antes de la pandemia, a bodas y bautizos de hijos y nietos de amigas mías o a alguna cena del centro social para mayores del barrio.

Y ya está. Esa era toda mi ropa de gala.

No es que necesitara más. Ciertamente, no llevaba una vida como la de ahora. Ahora soy toda una de esas socialités, o como se llamen.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora