Capítulo 24

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Hasta que la plata nos separe (2006)

-RCN

Llegamos a casa media hora después, cuando ya ha pasado la hora de merendar (los niños han comido en el comedor del colegio) y, para mi total sorpresa, Eric está en la finca, esperándonos en la puerta de entrada con los brazos cruzados y los músculos de sus antebrazos tensos como la cuerda de un arco.

Y, por la cara de malas pulgas que pone al verme, tiene ganas de discutir otra vez.

Este hombre no se cansa de ello.

Bien, pues yo tampoco ahora que he recuperado fuerzas y estoy más tranquila.

—¿Cómo ha ido la visita al médico? —me suelta con énfasis y un deje nada sutil de ira reprimida tras darle un beso a Julio, que pasa casi corriendo por su lado, directo a su habitación para vestirse con su ropa deportiva y coger su pelota.

—¡Ahora bajo! —exclama el niño, que no se da cuenta de nada de lo que pasa entre su padre y yo.

Uups. Nuestras vidas están tan distanciadas, aunque vivamos juntos, que hasta me he olvidado, genuinamente, de decírselo. No lo he hecho a malas.

Es tan padre del niño como yo, así que tiene derecho a saberlo.

—¡Julio, no corras por las escaleras! —riño al pequeño, que desacelera un poco, y me giro hacia mi maridín—. Vamos a tu despacho y hablamos —le respondo con serenidad y sin malos modos.

Me doy la vuelta antes de que pueda emitir ni un mu y, esta vez, soy yo la que entra y toma asiento tras el escritorio, poniendo las manos sobre el mismo y soltando un suspiro de comodidad. Ya me tocaba hacerlo a mí.

Coño, qué silla tan genial. No me extraña que le guste tanto.

—Emma...

—Que sí, que sí —me crispo. Este hombre se pasa la vida diciendo mi nombre en tono de amonestación—. Que ahora te lo explico todo, pero dame tiempo, hombre, que no soy la teletienda. Siéntate y déjame ordenar mis pensamientos, ¿está bien? —Le señalo uno de los dos sillones que hay delante y él, con cara de querer decirme unas cuantas cosas y de estar mordiéndose la lengua (con más madurez que yo, lo admito), se sienta y me pone gesto de impaciencia.

—Ayer llevé a Julio al médico porque el niño no se encontraba bien —empiezo.

Su eterno ceño fruncido hace su aparición. Ya tardaba en salir.

—No me ha comentado nada sobre encontrarse mal. Ni él ni el personal de la casa —dice con un deje de inquietud en la voz que no se me escapa.

—Con todo el respeto, cariño —me sale el «cariño» un poco borde, pero es lo que hay hasta que aclare los volcánicos sentimientos que despierta este hombre en mí contra mi voluntad—, no hablas mucho con él desde hace semanas y el personal no lo sabe todo. —Sus espías no son tan infalibles como él cree. Eso debe de ser un sablazo para su manía de controlarlo todo—. Y, antes de que me sueltes que yo tampoco hablo mucho con él, te recuerdo que paso muchas más horas al día junto a los niños que tú y, aunque admito que no he sido la madre más ejemplar de todas durante este tiempo, estoy intentando remediar eso. De verdad que lo estoy. Me importan mucho mis hijos, aunque no te lo creas. Los quiero más que a mi vida.

Su cara es un poema de furia controlada, pero sospecho que va más dirigida a sí mismo que a mí. Lo que es inusual.

—No te he recriminado nada nunca. —Lo de «aunque te lo merezcas» queda colgando en el aire, aunque soy yo la que lo piensa con fuerza.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora