Capítulo 15

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Cuando llegamos a casa y los niños descargan sus mochilas en sus dormitorios decido, ya que hace tanto calor, darme un baño con los niños en la piscina y tomar un poco el sol una horita o dos, que es lo que calculo que el astro rey tardará en esconderse, antes de cenar.

Hace una tarde preciosa, así que me pongo un precioso bikini blanco con detalles en dorado, un par de sandalias y las gafas de sol a las que he cogido cariño, y ayudo a Carlitos a ponerse el bañador porque el niño, entusiasmado como está por poder nadar junto a su madre, cosa que no hacen nunca, insiste en que no puede hacerlo solito ni tampoco quiere que su niñera, la anciana señora Estefanía, amiga de Doña Begoña, lo haga por él.

—Venga, vamos. Que se va a hacer de noche y todavía estaremos poniéndote el bañador, cariño —me río, cogiéndole de la manita para bajar las escaleras tras despedirnos de Estefanía, que seguramente se vaya directa a la cocina a cotillear sobre este nuevo evento de «la loca de la señora Villado», como sé que llaman a Emma a sus espaldas en esta casa.

Julio ya nos está esperando, sentado en el borde de la piscina, cuando llegamos.

—¡Ya era hora! —nos regaña con los brazos cruzados.

—¡Mira! ¡Mira, tete! Nami lo ha elegido —bailotea su hermano delante de él, enseñándole su bañador blanco a juego con mi bikini.

Julio hace un puchero y mira con envidia a su hermano.

—¡Me da igual! —miente.

Estiro mis hombros por encima de la cabeza y hago crujir mi columna, porque tener que inclinarme tanto para poder coger de la manita a Carlitos, que es tan pequeñito, siempre hace que me duela.

—Venga, venga. —Pongo la mano en el hombro de Julio y le doy un beso en la coronilla—. Ya elegiremos bañadores los tres a juego otro día, ¿vale? Ale, ahora a bañarse con cuidadito, ¿eh? Y en la parte que no cubre. ¿Vais a querer flotadores?

—Yo ya tengo el mío. —Julio señala hacia la piscina, donde hay un enorme flotador con forma de pingüino que flota libremente en el agua.

—¿Y tú, Carlitos?

—¡Mannuitos!

—¿El qué? Perdona, cariño, no te he entendido, ¿puedes repetirlo?

—¡Mannuitos, nami! —insiste.

—Que si le ayudas a ponerse sus manguitos, ya que no puede solo, mami —me aclara su hermano.

—Ah, ¡claro! ¿Dónde están?

—En el baúl que hay ahí. —Julio extiende un dedo y señala hacia la zona de las mesas y sillas de ratán, situadas bajo una amplia pérgola de madera cubierta de un techo de tela impermeable y cortinas blancas—. Le gustan los de color...

—¿Niños? —interrumpe una voz masculina de barítono que me causa un estremecimiento de la cabeza a los pies cuando la escucho.

Giro la cabeza y me encuentro casi cara a cara con un hombre que bien podría ser El Hombre, en mayúsculas, caminando hacia nosotros a paso firme y con el ceño fruncido con preocupación.

Oh, no.

El maridito acaba de hacer su aparición en escena.

Supongo que ya tardaba.

Supongo que ya tardaba

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Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora