(+18 a partir del capítulo 40) Morí... ¡y desperté como la villana de mi telenovela favorita!
Mi nombre es Emma, y un día, tras morir en un accidente de lo más inesperado, cuando abrí los ojos... ¡era una mujer totalmente diferente!
Literalmente.
Em...
Quizá este es el cielo o me he reencarnado, o qué sé yo... O tal vez soy un fantasma y he poseído a esta pobre mujer.
¿O será como en esas historias donde ambas protagonistas mueren al mismo tiempo y una ocupa el cuerpo de la otra? ¿Una especie de lección kármica de empatía, como en esas películas de Disney de intercambio de cuerpos de cuyo nombre ahora no me acuerdo?
Ahora me arrepiento de no haber sido especialmente religiosa y no haber prestado mucha atención a los sermones del cura a los que mi madre, que a diferencia de mí era muy devota, me obligaba a ir de pequeña. Aunque no sé yo si tendrían alguna explicación para esto, la verdad.
Me levanto como puedo, temblando como un potrillo recién nacido y con la sensación horrible y traumática de haber muerto recorriéndome por entero, y doy pequeños pasos hacia la puerta que mi cerebro, que parece tener información sobre este sitio ahora que la migraña ya no está intentando taladrarme la cabeza, me dice que es el baño.
Bingo. Mi cerebro tiene razón en este caso. Por una vez, no me está fallando, el cabrito.
Abro la puerta, entro y me miro en el espejo de cuerpo entero que hay en una de las paredes, junto al lavabo.
Y me caigo de culo con lo que veo. Otra vez. Literalmente.
Sentada en el suelo por segunda vez consecutiva y con el culo palpitando de dolor, mis ojos se clavan en la cara que, definitivamente, no es mía pero sí es mía porque yo estoy dentro de ella.
—¡Ay, mi madre! —Me llevo una mano al pecho con alarma—. ¡Que soy la maldita Emma Villado en persona! Pero qué cojones...
¿Pero qué cojones es esto?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
