Capítulo 9

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Corazón salvaje (1993)

-Televisa


—Señora, ¿seguro que quiere usted conducir?

—Otra vez. Que sí. No se va a acabar el mundo, Ramón —me río, paseándome por el garaje, tan enorme y con techos tan altos que mi voz hace eco como si estuviera en una cueva.

Menuda cantidad de coches. ¿Quién necesita tantos? Qué desperdicio de dinero, pienso sin salir de mi asombro.

—Es que, señora...

—¿Sí?

—... Soy su chófer. —El hombre aprieta los dedos sobre el sombrero de su uniforme, nervioso, hasta que los nudillos se le ponen blancos.

Ah, caigo en la cuenta.

—Y lo seguirás siendo, Ramón —le aseguro, dando en el clavo con el origen de su miedo—, lo que pasa es que últimamente me apetece volver a conducir, ¿sabes? Lo echo de menos.

—Ah, muy bien, señora. Entiendo. Como usted desee —contesta él con evidente alivio—. ¿Quiere que le ayude a elegir un auto?

Villado lleva sin conducir varios años. Desde que se sacó el carnet a los diecinueve, más o menos, solo por tenerlo. Teniendo chófer, ¿para qué iba a necesitarlo?

Yo bastantes más, desde que tuve que vender el coche porque, siendo tanto el gasto entre mantenimiento y gasolina y estando yo con artritis y vértigos constantes, ¿para qué lo quería, aunque me lo quedase tras el divorcio? ¿Para tener un accidente y alegrarle la vida al capullo mezquino de mi ex? Quita, quita. Adiós.

De todas formas, no lo necesitaba ya que no iba nunca a ningún sitio. Rara vez salía del barrio, porque no podía y porque lo tenía todo a mano: un súper debajo de casa, el trabajo a tres minutos andando y las amigas del pilates light a cinco.

Mi vida era muy rutinaria, porque por narices tenía que serlo. No tenía otra cosa ni tampoco me quedaban ya fuerzas para cambiarla.

Pero ahora me apetece, así que pienso hacerlo. Tengo todos los conocimientos en la cabeza y más coches de los que hay en un garaje de taxis.

—No hace falta. Gracias, Ramón —le sonrío, dejándole patidifuso y haciendo que el pobre tartamudee y se ruborice. Casi me río otra vez al verlo tan afectado por una mera sonrisa y unas palabras amables. Si es que ser guapa tiene sus ventajas. Ventajas que voy a tener que explorar, porque tiene pinta de que va a ser muy divertido hacerlo—. Quiero este. —Señalo un auto precioso, aparcado cerca de una de las cuatro enormes puertas del garaje de la mansión.

Es grande, así que los niños cabrán bien, y a mí me apetece llevar algo poderoso, brillante y enorme.

Que no condujera porque no podía y no lo necesitaba no significa que no me gustara, o que no hubiese querido tener un coche bien chulo.

Cuando era joven, ese había sido uno de mis sueños.

Mi exmarido solía burlarse de ese sueño mío, pero a mi ex pueden darle por culo, pero sin orgasmo, en el infierno en el que esté ardiendo por cabrón.

—¿El Range Rover? ¿Está usted segura? Es un coche muy grande y potente.

Suelto una risilla al oírlo y el rubor de él se acrecienta.

—Muy segura —respondo muy convencida de mi decisión, ajustándome las gafas de sol sobre el delicado puente de la nariz porque se me resbalan cada diez minutos.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora