Capítulo 12

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Objetivo cumplido.

Satisfecha y aliviada, bajo hasta el garaje taconeando alegremente y me meto en el coche, quitándome los zapatos de tacón y sustituyéndolos por las coloridas deportivas, que me han parecido superdivertidas cuando las he encontrado en el armario al lado de varias docenas de otras similares.

—Bueno, ahora toca hablar con Armando, el que recuerdo que era el administrador en la serie, y luego a ver a mamá, ya que voy a necesitar su ayuda con lo del divorcio y la custodia... —Pienso en eso y en lo complicado que va a ser y se me ocurre una idea genial—. Tal vez debería hablar también con el detective guaperas privado de la sexta temporada, Adrián. Ese de los ojos bonitos que tanto le gustaba a la hija de Merche. ¡Si es que soy la monda de lista! —me río, maquiavélica.

Había pensado en hacerlo, pero no tan pronto. Era más bien una idea ambigua.

Hablar conmigo misma en voz alta se está convirtiendo en un hábito pero, como me importa un bledo y medio y escuchar mi propia voz, tras haber estado muerta, es todo un alivio, no lo corrijo aunque de vez en cuando arranque miradas curiosas de los extraños con los que me cruzo.

Pongo el manos libres y le digo a la inteligencia artificial del móvil que marque el número de mi administrador, que es el mismo que nos lleva las cuentas al abuelo Claudio, a mi madre, Juanita, y a mí según los recuerdos de Villado.

Por suerte, el hombre me contesta tras solo un par de pitidos, con lo que mi impaciencia no me carcome demasiado.

En cuanto le informo de mis planes de donar dinero al hospital él se entusiasma, empezando a hablarme de deducciones de impuestos, de buenas obras y de otras muchas cosas, que escucho a medias recordando que el hombre es un buen amigo del abuelo y que ambos se conocieron de jóvenes, cuando trabajaban en una factoría (el abuelo, cómo no, tiene orígenes humildes, cosa que sueltan de repente en la séptima temporada y que es el hilo conductor para que se descubra que Araceli es nieta suya y ella acabe heredando toda su fortuna), cosa que Villado no sabía porque casi nunca habla con don Claudio y él jamás se sincera con ella sobre su pasado (y porque, estoy segurísima y no hace falta ser una genia para deducirlo, eso de que la protagonista tiene un abuelo megarrico a los guionistas se les ocurrió meterlo a última hora y con calzador).

—Tienes razón, claro que sí, tío Armando. Debería haber seguido antes tus consejos. Gracias por cuidar de mí siempre y por encargarte del trabajo de administrar las cosas para que yo pueda vivir tranquila sin preocuparme de mis finanzas. —Lo llamo tío porque él, las pocas veces que nos hemos visto en persona, insistió en ello, aunque Villado no le hiciera mucho caso.

El hombre no tiene hijos y, además, sería un gran aliado y yo, ahora mismo, estoy hecha una estratega y debo mover bien mis fichas.

Aunque no es que no le tenga aprecio. Por lo que sé de él, es un buen hombre, y el que tenga cierta influencia sobre el abuelo es solo la guinda del pastel.

Armando se emociona y todo, aunque solo haya dicho cosas que son ciertas.

Lo dicho, a la gente le gusta que se valoren sus esfuerzos y su trabajo.

Cuelgo el teléfono con una sonrisa y, con el mismo estado de ánimo, mando al móvil que llame a mi madre. Esto de las tecnologías me gusta mucho. Hace la vida muy fácil.

Juanita responde al primer toque, poniéndose al teléfono de inmediato.

—¡Hola, mi preciosa hija!

—Hola, mi preciosa mamá.

Me sorprende el nudo que se me forma en la garganta y que me dificulta el trabajo de respirar durante unos segundos.

Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora