Terrence se la paso dando vueltas por la habitación hasta que creyó iba hacer un agujero en el piso. Sin embargo, cuando tomó una decisión, se permitió acostarse Y tratar de conciliar el sueño. Más, en ellos apareció el rostro de Candice, mortificandolo terriblemente.Despertó al alba, ordenó sus cosas y anuncio a Pony su partida. Ella pareció sorprendida, pero no dijo más.
Lo había aceptado, fue un amargo trago, pero Lord Terrance huia por primera vez de algo; algo que no podía controlar y escapaba por completo de su lógico razonamiento.
Desde que Pony le comunicó a la mañana siguiente que el señor se había ido por negocios, Candice se sintió aliviada. Mas, tuvo la deferencia de ocultarlo de la desanimada mujer.
Los días sin la preocupación de tener que encontrarse con el Lord, la tenían radiante y llena de una inusual alegría. Hasta se sentía emocionada.
Se atrevía a charlar con Dory y Luisa y reírse de las anécdota que éstas enérgicamente le relataban. Se sentía como una chica casi normal.
Además, había estado rotando sus labores dentro de la casa, pasando del lavado al aseo interno aleatoriamente. No quería hacerse ilusiones, pero cada vez que Candy se marchaba del pozo, Grey alzaba la mirada y tensaba los labios. Nadie sabía qué quería decir eso a ciencia cierta; era algo diferente, sin embargo.
En una de sus tardes sacando el polvo de los adornos y limpiando las velas, encontró una habitación que se convirtió en su favorita desde el primer momento. Desde aquel día, cada noche se gastaba un par de horas dentro, sintiéndose por primera vez en mucho tiempo feliz.
Para Terrance la primera semana fue sólo trabajo, se concentró en arreglar sus finanzas en aquel pueblo, negoció con audacia y se sintió nuevamente dentro de su cuerpo. Nada podía perturbar su atención en los negocios, ni siquiera aquella rubia. Estaba seguro que sus pensamientos volvían al carril correcto, por lo que se permitía disfrutar de su copa de alcohol sentando junto a la chimenea, sonriendo con suficiencia.
Sin embargo, había sido demasiado arrogante en ese punto, puesto que el lunes de la segunda semana, sus sueños se vieron atrapados por Candy y sus cicatrices. Soñaba con ella y con alguien que conoció en su infancia. El escucharla pedir ayuda le hacía despertar bañado en sudor y con el corazón latiéndole furiosamente.
No sabía qué significaba, hacía mucho tiempo que no recordaba a aquella niña de largo cabello rubio, sedoso y mejillas sonrosadas. En su niñez, le había parecido la más hermosa. Pero sabía que sólo se trataba de la visión de un infante, mas, el cálido sentimiento hacia su compañera de travesuras permaneció dentro de sí durante años. Sin embargo, lo que más le perturbaba en estos momentos era haberla relacionado a la joven que mantenía en su casa. Para su mente, ambas necesitaban ayuda y aquella incertidumbre y sospecha lo mantenía inquieto.
No podía sentarse junto a la chimenea y en las reuniones sociales no era capaz de permanecer sentado demasiado tiempo, hasta sus dotes de seductor y galán estaban siendo amenazadas. Apenas veía una rubia, le saltaba el recuerdo de sus pesadillas continuas y debía salir a tomar el aire. Ese tipo de vida no era para él.
Empuñó las manos, mientras oía la música de los bailes. Había abandonado precipitadamente a su compañera y le molestaba el hecho de no poder sacarse de la cabeza los recuerdos.
¿Acaso no había sido suficiente castigo del cielo ya? ¿Qué esperaba que hiciera? Seguramente si él no hubiera comprado a Candice, estaría obligada a dormir con hombres todas las noches, ¿no le había evitado algo peor? Gruñó molesto al recordar su rostro enflaquecido y golpeó la barandilla de mármol.
Sin embargo, pronto suspiró. No había nada que él pudiera hacer desde aquí y Lord Grandchester no era un cobarde, si algo pasaba con aquella mujer lo enfrentaría. No era un hombre del tipo fugitivo.
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LA NIÑA DE MIS SUEÑOS
FanfictionLos personajes de Candy Candy no me pertenecen son de sus creadoras Keilo Mizuki y Yuriko Igarashi.