Capítulo 17

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Yo puedo hacerme cargo, Lord. No tengo problemas, Candice  siempre es eficiente y me cubre las espaldas. Cree que no me doy cuenta cuando cambia las prendas. — Candice  quedó realmente estupefacta con las palabras de la anciana. Desde luego no las esperaba y la sorpresa le hizo entreabrir la boca y verla.

— Ah, eres muy amable— se sonrieron nuevamente y la joven sólo pudo ir de uno al otro. — Entonces, creo que debería dejar esto por aquí— cogió el cesto y arrebatándoselo de las manos, lo ubicó sobre una mesa. — Y venir conmigo— hecho eso, ofreció el brazo.

Candice lo observó por unos instantes. Por un segundo, pensó en negarse y tomar nuevamente la ropa, largarse y dejarlo ahí. Mas, por algún estúpido motivo, sólo lo vio a los ojos. Y cometiendo otra imprudencia, aceptó la invitación.

— No tardaré, señora Gley. Se lo prometo— murmuró a la anciana que ya los ignoraba.

Cuando se apartaron unos cuantos pasos, sintió el imperioso deseo de regresar. No sabía cómo comportarse, y que quisiera mirarlo no ayudaba. Su presencia la ponía nerviosa, pero no del mismo modo que antes y eso la asustaba incluso más.

— Gley parece tenerte cierto aprecio. — Comentó de pronto. Y Candice procuró mirar el suelo y concentrarse en qué decir, apartando los recuerdos de la anterior noche.

— Eh, no estoy muy segura de eso. Yo realmente no veo un gran cambio.

— Te mira con ternura, la he observado hoy.

Candice sintió la tentación de reír, mas, guardó silencio.

Oyendo el canto de los pájaros alrededor, y recordando súbitamente, que su mano tocaba el antebrazo firme del Lord, rememoró la fuerza que él poseía y la pasión que sus labios eran capaces de despertar. Si se esforzaba, le era posible percibir el ardiente deseo bajo su piel, fluyendo en sus venas…

Horrorizada de sus pensamientos, se soltó del Lord y apretó sus manos. Era necesario, pues de lo contrario dudaba poderse mantener apartada. Él había despertado algo en su interior, pero no estaba segura de qué. Sin embargo, era una obviedad, que ella sentía mucho más que un simple rencor por aquel hombre.

— ¿Prefieres coger esta o esa? — Alzó la mirada y abandonó sus cavilaciones cuando oyó la voz del Lord. Algo perdida, miró discretamente, tratando de ubicarse. Se había ido a lo más profundo de sus reflexiones y salir no era sencillo. Al observar a los caballos, despertó de su letargo.

Cierto temor cosquilleó en su espalda, pero cuadró los hombros para apartarlo.

— Uhm…— observó ambas yeguas que solía cepillar y alimentar.

— Creo que cleopatla estará bien. — Lo vio intercambiar unas palabras con el otro cuidador del establo, y que corría por las sillas de montar. Con un creciente miedo, Candice acomodó su cabello tras la oreja.

En estado de trance, lo siguió afuera, donde Charlie tenía los caballos preparados. El relincho de Teodora, la hizo dar un brinco.

Ajeno a lo que vivía Candice  por dentro, Terrance la ayudó a subir sobre la yegua. Notó cierto temblor en su cuerpo y que miraba con avidez las riendas, sosteniéndolas, quizá con demasiada fuerza. No se animó a contemplar el rostro de muñeca, no quería entretenerse en pensamientos antes de siquiera haber empezado el paseo.

Por lo que procurando seguir la marcha de la mujer, se fue a su lado, pendiente tanto de su entorno como de ella. Era casi un instinto saber que se encontraba a salvo, casi como aquel extraño lazo que tenía con la chiquilla de rizos rubios y mejillas sonrosadas. Sacudió la cabeza, apartando sus memorias de jugarretas en los árboles y riachuelos, las risas infantiles y el comer frutas silvestres hasta hartarse.

LA NIÑA DE MIS SUEÑOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora