Capítulo 39

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Es sólo un beso, mi lord. — El control tembló en las facciones de Terrance, y tuvo que empuñar una de sus manos para contenerse de atrapar su cuello para devorarle la boca.

Quebrándosele su resistencia, se sorprendió inclinándose, sin dejar la mirada brillante de la rubia. Sus manos ansiosas, se posaron sobre la fragilidad de ella. Una en su cintura y la otra en su brazo. Sin poderlo evitar, sus ojos se fijaron en la silueta firme y orgullosa de sus jóvenes senos. La mera visión de Candice bastaba para estimularlo.

Sus labios se encontraron por fin con el punto que ella había indicado, sin embargo, al momento de decidirse a complacerla, sabía que aquel roce no le sería suficiente. Además, el suspiro ahogado que le oyó proferir lo incitó aun más.

Deslizó la boca por la suavidad femenina, besando la clavícula y luego el elegante cuello. Podía sentir sus latidos apresurados y se preguntó si ella dimensionaba el real peligro que su virtud corría en ese instante. Sus manos se posaron en su cadera, ascendiendo despacio hasta situarlas en su cintura. Su prenda era una burla, era capaz de sentir el calor de su piel irradiando casi del mismo modo que si la estuviera tocando sin nada de por medio.

Antes que él pudiera efectuar otro movimiento, la joven movió el rostro de tal manera que sus bocas quedaron muy cercanas.

— Bésame. — Pidió con voz ronca, al mismo tiempo que sus dedos se enredaban en los cabellos Castaños. Se sintió estremecer, siendo consciente del deseo fluyendo bajo su piel.

No hizo falta que repitiera la petición, porque diligente la complació. Unió sus bocas y las sensaciones no tardaron en explotar desde sus labios hasta la punta de sus pies. La estrechó contra sí, en el mismo momento en que abría los labios de la joven para profundizar el beso. Tanto tiempo sin un contacto como aquel había acumulado sus deseos, convirtiéndolo en un anhelo que casi dolía y que sentía, no podría saciar jamás. El hambre por Candice era demasiada, y no sólo por su cuerpo, sino, que por ella en sí; sus secretos, sus vivencias, sus recuerdos, todo en esa mujer le embrujaba.

Ella jadeó ante el encuentro de sus lenguas y se aferró a él, temblando. Su respiración era errática, sus pensamientos difusos, pero se sentía tan bien su cuerpo pegado al de Terrance que era todo lo que le importaba.

De pronto, sintió los brazos del lord en su cintura y al segundo se encontraba con los pies fuera del suelo. Su primer impulso fue envolver su cadera con las piernas, colgándose a él sin romper el contacto. Él gimió cuando sus intimidades hicieron contacto por sobre la ropa y la chica sintió el interior de sus muslos ardiendo ante aquel sonido tan masculino.

Lo siguiente, fue un ruido de cosas al caer y su trasero reposando sobre la superficie del escritorio. Terrance le cogió el rostro y la besó con una suavidad exquisita, de un modo que nubló los pensamientos de Candice. Sin embargo, pronto la pasión que ella le conocía salió a flote y sintió las manos acariciando sus muslos, subiendo muy despacio la tela de su camisón y sus labios trabajando deliciosamente en su boca, haciéndola sentir ligera y a la vez tan enfebrecida que de no saber que se encontraba bien de salud, temería de una posible alucinación.

Él era demasiado bueno, la hacía querer gemir a cada instante por lo bien que la hacía sentir y sin embargo, se contenía por vergüenza.

Se estremeció completa cuando él colocó sus manos sobre sus hombros y jugó con los tirantes de su ropa, aunque aquello le importó muy poco en el momento que sus bocas húmedas volvieron a encontrarse. Le acarició la espalda, el cuello, el cabello… tocó todo lo que podía con sus dedos.

De pronto, sólo sintió una repentina frialdad en sus pechos y al bajar la mirada se encontró con que él había bajado la prenda, dejándola expuesta de cintura para arriba. Jadeó, sorprendida y observó la sonrisa socarrona del hombre antes de inclinarse lo suficiente como para verla directamente. Ella enrojeció.

LA NIÑA DE MIS SUEÑOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora