Capítulo 22

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No contaba con recordar su beso, sin embargo. Había sido muy diferente del primero y con vergüenza se sorprendió mordiendo su labio. Se le subieron los colores al rostro, enfadada por su proceder. Seguramente eso esperaba él, y había caído.

Dio media vuelta y cerró los ojos, bloqueando cualquier pensamiento. Ella no aceptaría jamás que un beso robado le gustaba, sólo sabría lo que eso significaba al ser besada y besar de vuelta, es decir, por voluntad propia. Y eso nunca pasaría mientras estuviera allí. Con esa idea en mente, logró quebrar la resistencia de su mente y forzarse a dormir.

Por la mañana, mientras la gente realizaba sus labores matutinas, Terrance despertó sobresaltado. Había sido víctima de sus sueños otra vez, por lo que a prisas cogió su ropa y una vez estuvo presentable, salió fuera.

- ¿Dónde está Candice? - Interrogó, consciente de la mirada sorprendida de la mujer que limpiaba las velas. La ignoró, había cosas que apremiaban más, como cerciorarse de que la mujer se encontraba bien.

- Eh, buenos días, señor- nerviosamente bajó la cabeza. - Candice está en el saloncito del piano, con algunos niños. - El hombre asintió con rigidez, algo más sosegado al saber que se encontraba bien. Tenía que volver a comportarse de modo racional, poner en orden sus pensamientos y aceptar que Bella era simplemente un capricho placentero, que no podía desvivirse por conocerla.

Ya caminaba al salón, sin embargo. Se reprendió, deteniéndose justo en la puerta entreabierta por la cual se filtraban las notas alegres del piano. Era una melodía graciosa y hecha para entretener. Impulsado por la curiosidad, se asomó, abriendo un poco más la rendija.

La escena era agradable a sus ojos. La chica tocaba las teclas del instrumento, mientras hacía morisquetas y reía con los pequeños que bailaban en una ronda. La alegría era palpable. Y ella se veía radiante con aquel gesto de felicidad en sus facciones. Se la imaginó vistiendo algo más sofisticado, pero disfrutando de igual modo con sus hijos. Podía vislumbrarlo y la repentina revelación de lo mucho que aquello le atraía lo dejó estupefacto. Pues la mujer no formaba parte del plan. Ella sólo traería al mundo a su hijo, y luego desaparecería. Mas, su cabeza fue un caos al imaginar la misma escena, sin Candice.

Perdido en sus pensamientos, no notó que se apoyaba más de lo requerido contra la puerta, que se abrió con estrépito. De inmediato la música cesó, y los niños fueron de la sorprendida Candice al dueño del lugar donde vivían.

Terrance supo entonces, que esperaban una explicación.

- Eh- carraspeó, ligeramente incómodo. - Venía a hablar con usted. - Se dirigió a la muchacha que acomodaba nerviosa el cabello tras las orejas.

- Vayan niños, yo les aviso cuando pueden volver- les sonrió con candidez y enfiló la marcha hacia fuera, esquivando con respeto al Lord parado en la puerta.

Fuera los oyeron chillar y corretear. Las reprimendas no se hicieron esperar.

Terrance, consciente de la mirada interrogante de la rubia, recuperó su postura gallarda y se paseó por la habitación iluminada por el sol mañanero, pensando en algo qué decir. Realmente no había nada que hablar. Tenía negocios que atender en la ciudad y en su casa, las finanzas debían ser ajustadas y los tratos cerrados, eso era más urgente.

Recordó entonces, el baile al que debía asistir dentro de un mes. Tuvo deseos de suspirar, puesto que lo único que deseaba era estar allí. No comprendía aquello, no lo hacía y sabía que no existía modo de entenderlo. No confiaba en la mujer, pero había un halo que lo atraía, siendo demasiado débil para resistir.

- ¿Señor? - Él debía salir de casa, sin embargo. Había asuntos que atender.

Volvió la mirada a la joven.

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