Capítulo 19

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Con los nervios a flor de piel, Candice fue incapaz de conciliar un sueño profundo, y la única vez que lo logró, las pesadillas la hicieron despertar con una confusión entre lo real y lo que únicamente era producto de su imaginación.

Por aquello, al siguiente día, tenía unas grandes manchas de color morado bajo los ojos y el rostro cansado. Con mucho esfuerzo logró salirse de su habitación y llegar a la cocina.

— Buenos días, cariño— saludó Pony radiante, sin embargo, al contemplar con más detenimiento el rostro de la joven, frunció el ceño. — ¿No has dormido bien?

Candice casi gimió al escucharla, esperaba no ser tan obvia.

— No mucho. — Sinceró en medio de un suspiro, cogiendo un vaso de leche y pan.

— ¿Y eso? — Detuvo su supervisión, para sentarse junto a la muchacha de rostro abatido.

La rubia la midió un instante.

— El Lord me ha ordenado acompañarlo a un baile. — Le confesó, jugando con el vidrio.

— ¿Pero eso no es algo bueno? Son lugares hermosos, los vestidos, el color, las personas…

— No quiero ir. Po… es como remover todo lo que creí olvidado. — Musitó distraída, llamando la atención de la mujer.

— ¿Lo ha pedido u ordenado?

— Fue una orden. — El semblante de Candice decayó un poco más al recordar la fría actitud del hombre que ocupaba la mayor parte de su mente. — Y realmente no entiendo por qué quiere que yo vaya allá con él. A veces me da la impresión de que sólo desea mi desdicha.

— Ah, no lo creo Candice— maternalmente, Pony acomodó el cabello de la chica. — Pienso que sólo quiere tu compañía.

— No, señora Pony. — Le sorprendió ver el fugaz atisbo de pesar en la mirada clara— Él está jugando, aún no sé a qué, pero eso es lo que hace. Y realmente, no sé si seré capaz de seguirle. — Comió un trozo de pan y se levantó. — Iré a ver en qué soy útil, con permiso. — Y dejando casi todo el desayuno, se retiró de la cocina.

Candice  se encontraba limpiando unas ventanas, cuando oyó su profunda voz.

— ¿No dejé claro ayer, que quería que te prepararas desde temprano? — A la rubia le dio un vuelco al corazón y de suerte logró mantener el equilibrio— y qué haces trepada ahí. Ven. — Ordenó con voz gélida, extendiendo los fuertes brazos hacia ella.

Enfadada por el trato recibido, se negó, volteando y bajando a continuación por sus propios medios de la silla.

Sacudió su desvaída falda y acomodó el mechón tras su oreja.

— Lo oí perfectamente, Lord. — Lo observó a los ojos en una mirada de claro desafío, y luego de hacer una ridícula reverencia, se retiró de la habitación.

Al entrar, cerró la puerta y soltó un gruñido mientras lanzaba lejos el delantal. Violenta, se dirigió a la ventana y respiró profundamente.

Aquel no era un buen día para salir, pensó. Las nubes en el cielo indicaban que dentro de poco se dejaría caer un aguacero. El viento frío le despeinó el cabello todavía más y ella se permitió cerrar los ojos y dar rienda a sus temores.

El primero de todos, era ser descubierta. No deseaba que nadie supiera nada de ella, no ahora, no cuando era la dama de compañía de alguien. Sabía cómo eran esas gentes, las conoció gran parte de su vida y lo único bueno que trajo su abuela, fue apartarla de ellos. Con sus padres se había sentido segura, pero de eso poco quedaba. La seguridad estaba casi olvidada, hasta que conoció al Lord, por supuesto.

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