Capítulo 35

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Se recostó con cuidado y procuró mantener las manos lejos de la tentación. Sus principios eran una porquería al momento de enfrentarse a su crudo deseo por la joven. Era inútil, no podía evitarlo.

Tomó aliento, incapaz de enfrentarse a Candice. Y por la misma razón, no anticipó su movimiento.

De pronto, se encontró con las manos de la rubia en su pecho, tratando de abrazarlo, mientras tenía el rostro apoyando en su brazo. Si creía que con eso su corazón se había entibiado más que en cualquier otro momento, al oírla hablar, una sonrisa de ternura y esperanza se le instaló en los labios.

— Te extrañé, mi lord. — La joven agradeció que no le viera el rostro, o no habría sido capaz de pronunciar la frase. Sin embargo, tuvo poco tiempo para arrepentirse, porque el sueño la llamó casi de inmediato, pese a haber estado durmiendo durante mucho, el cansancio seguía debilitándola y guardaba la esperanza de encontrarse mejor al amanecer y así poder hablar con Terrance.

Lord Grandchester  quiso decirle algo de regreso, pero sus palabras quedaron atrapadas y con un resoplido de frustración se dio cuenta que ella ya se había dormido.

Quizá cuánto tiempo transcurrió mientras intentaba hilar una buena frase, se reprendió, acariciando el cabello de la joven. Aun con su irritación a cuestas, no podía dejar de sentirse alegre y optimista. Tener a Candice  entre sus brazos parecía el mejor sueño que hubiera podido imaginar. Por lo que besando su coronilla, los cubrió con la manta y cerró los ojos para descansar por fin.

A la mañana siguiente, el Lord fue el primero en despertar y el agradable calor femenino en su costado le hizo sonreír. Creyó, por un breve segundo que se había tratado de otro sueño, por lo que le resultó imposible resistirse a enterrar la nariz en su cuello y absorber su aroma, hasta convencerse de que era real.

Aprovechó de admirar su rostro dormido, con el cabello revuelto. Tenía mejor color que ayer, sus labios no se encontraban tan resecos y los tenía más sonrosados. Dejándose arrastrar por la tentación, los acarició con premura, deseando usar su propia boca en aquel reconocimiento que se extendió por su pómulo sano, por la nariz respingada y los párpados cerrados.

En eso se encontraba, cuando ella se removió, apretándolo con sus pequeñas manos.

Le gustó su toque, le agradó el escalofrío en su espalda y el sinfín de emociones que lo arrasaron. Jamás tendría suficiente, se dijo, apartando las hebras rebeldes de la cara de Candice.

— Buenos días— susurró, besándole la frente. Era tanto su afán por sentirla, que se le antojaba insoportable dejar de tocarla.

— Mmh— ronroneó la joven, sintiéndose satisfecha sin saber por qué. Se acercó más al cuerpo del Lord. Ojalá despertara así cada día, pensó.

— Buenos días. — Le dejó un beso en la garganta y él pareció estremecerse.

— Eso fue repentino. — Le susurró al oído, mientras se cernía poco a poco sobre ella.

— Despertar así también. — Sonrió, admirando los rasgos del hombre que ocupaba todos sus pensamientos y afectos. Sentía que no podía esperar para decírselo todo.

— Supongo que esto también podría considerarse repentino…— Musitó acercando el rostro al de Candice, y justo cuando apenas empezaban a rozarse las bocas, la puerta se abrió.

— Venía a preguntar si…— al ver a Terrance, sin camisa, sobre Candice que aún tenía aspecto enfermizo, se le revolvió el estómago y se le enrojeció la piel del rostro.

— ¡Eres un maldito bastardo! ¡Sabía que no debía confiar en ti! — Se abalanzó sobre el hombre que lo veía desconcertado y hasta cierto punto, molesto.

LA NIÑA DE MIS SUEÑOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora