Capítulo 32

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— Podrán superarlo, si se lo proponen. Al menos, está aquí todavía, Terrance. — Asintió a las palabras de Alberth con seriedad.

El resto de hora que pasaron esperando noticias fue un suplicio. El lord era incapaz de quedarse quieto, recorrió el pasillo mil veces, pensó en los escenarios, en cómo debía actuar, calculó muchas cosas que olvidó al oír la manija sacudirse.

Tanto él como Alberth se acercaron presurosos.

— ¿Cómo está? ¿Se repondrá? —Saltó Terrance de inmediato.

El doctor lo observó un segundo, antes de abandonar la habitación.

— Es casi seguro que lo hará. — Ambos hombres profirieron un sonido que reflejaba alivio. — Su fiebre es alta y no tuvo los cuidados requeridos, sin embargo, es fuerte. Sobrevivirá, aunque esta noche es crítica. Es necesario bajar su fiebre, su mujer ya pedirá una bañera con agua tibia que deberán enfriar paulatinamente. — Reportó a Alberth. — Por otro lado, el golpe en el rostro se le quitará en unas semanas, no hay gravedad en ello. Su labio también mejorará y el golpe en la cabeza no es serio.

— Dígame, Dr. Marti… la joven fue…

— ¿Violada? — Continuó la frase de Alberth y ambos varones lo contemplaron sombríos. Aguardando a que respondiera la pregunta no formulada. 

— No, no fue abusada. Pero lo intentaron, tiene algunas contusiones en los muslos y brazos. Mas, de algún modo ella lo evitó. — Entonces fijó los ojos en los zafiros de Terrance, que se encontraban más que brillantes en ese momento  — debe tener un poderoso motivo para sobrevivir, señor.  — Luego sonrió y tendió la mano a Alberth.

— Gracias por venir tan deprisa. — Se la estrechó con entusiasmo.

— Siempre tengo tiempo para los amigos. — Se despidió también del Lord, que se mantenía callado por temor a revelar más de lo que pretendía.

— ¿Ella puede ser trasladada a otro sitio? — Interrogó con voz ronca.

— Candice se quedará aquí, Grandchester. — Replicó Alberth, pero el otro varón lo ignoró.

— No es recomendable esta misma noche; mañana podré darle una respuesta más concreta, luego de evaluar su progreso. — El cobrizo asintió con severidad. — Ahora me retiraré, que tengan buena noche. — Asintió a ambos y se dispuso a marcharse.

— Lo acompañaré. — Tanto Alberth como Terrance se contemplaron con desafío, y las palabras del primero salieron forzadas. Del mismo rígido modo, alcanzó el paso tardo del anciano.

Una vez a solas, el Lord se dispuso a entrar a la habitación. Sin embargo, en ese mismo momento salía Priscila.

— Oh— musitó. — No esperaba encontrarte aquí.

— ¿Piensa que me iré?

— ¿Acaso contemplas la posibilidad de quedarte a pasar la noche? — Preguntó con los ojos abiertos de par en par. Aunque rápidamente la mueca se transformó en una breve sonrisa satisfecha. — Vaya, tus intereses son más sólidos de lo que pensaba.

— ¿Qué quiere decir?

— Tutéame, ya te lo he dicho. — Replicó con irritación. — Y creo que sabes lo que quise decir, pero si lo prefieres hacemos de cuenta que ninguno de los dos tiene ni la más remota idea. — Terminó de abandonar el cuarto de Candice — iré a hablar con mis criadas para preparar el baño, puedes quedarte cuidando su fiebre mientras estoy en eso.

Él simplemente asintió cuando pasó por su lado y al verla desaparecer, recorrió la distancia a grandes zancadas hasta ubicarse junto a la mujer que su corazón reclamaba como propia.

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