Terry maldijo por lo bajo y luego de dedicarle una desamparada mirada a la rubia, emprendió camino hacia la casa.Luego de aquel fugaz encuentro, coincidieron muy poco y nunca a solas, siempre estaba Dory o alguien más como carabina.
Aunque de cualquier modo, las últimas dos semanas antes de la boda fueron un completo caos. Trabajaban desde el amanecer hasta al anochecer, pues debían preparar los adornos, los recuerdos, asear la casa completamente, probar menús y comprar tela para confeccionar los atuendos de los pequeños pajes y para sus damas de honor, Dory y Kate, pues Luisa aún no tenía ni remotamente pensado regresar de su luna de miel.
En una de esas tardes interminables en las que Candy cosía con afán, entró una eufórica Dory con una gran caja entre las manos. A la joven sólo le bastó una mirada para darse cuenta que se trataba de lo encargado en la tienda de Elizabeth .
Saber que su vestido de novia se encontraba entre aquellos envoltorios de papel de arroz, la puso tensa. Sólo restaba un día, y debía reconocer que el pánico atenazaba sus entrañas.
— ¡Han de ser hermosos!
— S-sí. — masculló con voz ahogada. — ¿Podrían llevarlo a mi habitación?
— Seguro. — Dory asintió ante el rostro compungido de su amiga, comprendiendo la situación. De manera que organizó a las criadas para que todos los bultos se transportaran de manera rápida.
Cuando la rubia terminó los detalles de sus creaciones, suspiró. Ya no podía dilatarlo más. Así que luego de ordenar todo, alisó las arruguitas imperceptibles del vestido de color celeste con detalles dorados, que formaba parte de su nuevo guardarropa, y le costaba sentirse normal con ello, pese a tener un tiempo vistiendo de esa manera.
Sin embargo, recordó mientras subía la escalera, el Lord era incapaz de quitar aquella expresión apasionada cada vez que contemplaba su figura en los vestidos nuevos, al verla por los pasillos o coincidir en el jardín. Eso era un gran estímulo para usarlos.
Dory y Candy se quedaron despiertas hasta tarde, armando el baúl de la joven, clasificando las prendas y desechándolas de ser necesario. No obstante, Candy se negó a abrir los paquetes de color blanco y esquinas plateadas, porque sabía que era la indumentaria a vestir en poco más de un día.
Finalmente, al cabo de reiteradas disputas, la rubia consiguió meter dentro uno de sus viejos vestidos, que le proporcionaba cierto confort.
— Al lord le dará un infarto si te ve con esa ropa. — Alegó Dory, acostándose en el camastro contiguo al de Candy.
— No le dio antes, no le dará ahora. Él me conoció así. — Explicó simplemente, conteniendo un bostezo. — Y lamento no querer continuar esta discusión, pero estoy exhausta. Así que… Buenas noches Dory.
— Buenas noches. — Respondió, antes de soplar la única vela encendida y sumirse en la inconsciencia. Un lugar que Candy hubiera preferido, si eso garantizaba que sus nervios no la consumirían en una lenta agonía. Creía que su pecho estallaría a la más mínima provocación; a menudo le faltaba el aire, y pensaba en todo lo que podría salir mal.
Sabía que a Dory no le hacía ninguna gracia responder tantas veces las mismas preguntas, pero las contestaba con paciencia por cariño a la novia; podía entender su creciente pánico, cuyo punto álgido se evidenció al anochecer, cuando se encontraron dentro de la habitación y ella debía probarse el ajuar con el que se presentaría frente al altar.
— No estoy segura. — Dijo al fin, soltando un resoplido poco elegante.
— ¿De qué? Si dices que vacilas sobre tu boda, te haré mucho daño. — Acotó Dory con el cejo fruncido.
ESTÁS LEYENDO
LA NIÑA DE MIS SUEÑOS
FanficLos personajes de Candy Candy no me pertenecen son de sus creadoras Keilo Mizuki y Yuriko Igarashi.