Finalmente, para la mortificación de Candice, se quedaron a solas en la amplia habitación. Ella se tensó al ver que los ojos claros del hijo de Kate desaparecían al cerrar la puerta, encerrándolos.
Luchó contra el pánico, sin embargo, la cama y la persona a su frente eran un recordatorio de por qué estaba en aquella casa y que sus funciones nada tenían que ver con las historias.
— ¿Cuentos, eh? — Interrogó con voz profunda. La joven se mantuvo erguida. Había prometido tratar de ser fuerte, incluso si temblaba como hoja de papel, como en aquel instante.
Ella carraspeó, dando pasos hacia atrás para poner más distancia. Fingió ordenar unas prendas de ropa.
— Sí.
— ¿Qué clase de cuentos? — El libro oculto en su vestido pesó más que lo normal.
— De todo un poco. — Escuchó los pasos acercarse, ya que le daba la espalda, y su corazón comenzó a palpitar con locura.
— Ya veo... — Repentinamente, dejó de sentir el libro y se volteó con sorpresa, encontrándose a poca distancia de aquel imponente hombre. Como acto reflejo retrocedió hasta interponer un baúl entre ellos. Él la asustaba con su mera presencia y el constante peligro de que pudiera obligarla a cualquier cosa. — ¿Y esto? Creí que inventabas los cuentos. — Terry prefirió omitir cómo aquella fémina huía de su presencia, pese a que notaba que se esforzaba en mantener la calma y el rostro erguido. Le gustó eso, podía admirarla con más facilidad.
Al darse cuenta de sus pensamientos, se enfadó. Observó la portada del ejemplar y no tardó más de dos segundos en darse cuenta que era una compilación de historias como las descritas por los niños y que además, pertenecía a su biblioteca. Sin embargo, esto no fue lo que más acaparó su atención, sino, que el escrito se encontraba en francés.
El descubrimiento lo dejó atónito y el enojo anterior se esfumó con facilidad, para contemplarla anonadado.
— ¿Acaso sabes leer? — Interrogó confundido. Poca gente estaba instruida en otros idiomas, generalmente aquello se reservaba para la gente de alcurnia y dinero, no para campesinas ni mucho menos para prostitutas. A ellas les importaba llevar las cuentas y evitar ser engañadas.
— N-no soy una experta... pero sé leer algunas cosas. Y ese libro es de fácil lectura — Respondió Candice, sintiendo el intenso impulso de continuar. — Lamento haberlo tomado sin permiso, prometo que no volveré a hacerlo. — Eso logró llamar la atención del hombre— sé que merezco un castigo por esto — continuó la joven, observando con temor la grandes manos. Este iba a dolerle más que cualquiera, quizá más que los azotes con la varilla que le propinaba su abuela.
Se preparó, poniendo el cuerpo en tensión y cerrando los ojos con fuerza. ¿Qué sería? ¿Una cachetada? El terror consumió sus entrañas y se sorprendió temblando. Después de dos semanas sin recibir golpes, tener que soportar uno de mano del Lord le daba pánico.
Cuando el impacto no llegó, se atrevió a abrir un ojo.
— Podré ser muchas cosas, pero no disfruto de infringir dolor a las mujeres. — Habló con voz dura y expresión de las mismas características.
De pronto, le tendió el libro.
— Eres libre de tomar cualquiera que quieras. No serás castigada por eso. — El recuerdo de las heridas en su delgada espalda le hicieron actuar con más aspereza de la que tenía planeada. Mas, la joven sólo lucía genuinamente sorprendida.
— ¿Esto debe ser pagado de alguna manera, señor?
— ¿A qué te refieres exactamente? Ya te he dicho que no serás castigada por esto.
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LA NIÑA DE MIS SUEÑOS
FanficLos personajes de Candy Candy no me pertenecen son de sus creadoras Keilo Mizuki y Yuriko Igarashi.