Capítulo 6

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-- Buenas tardes.  --  saludo.

-- Buenas.  -- La mujer le respondió de mal humor.

--  ¿Quién es ella?  -- interrogó ceñuda al ver a Candice.

-- Es nueva. Y le enseñó las labores de la casa.

--  Mmh.  --  Respondió, regresando al cesto que mantenía su lado.  -- Candice la contemplo en silencio, le sorprendía la cantidad de ropa que era capaz de lavar con sus años. El agua era demasiado fría y las prendas parecían pesadas Incluso sin el peso de la humedad.

-- Te veré luego, Gley.

La nombrada ni siquiera respondió.

Ella siempre está de mal humor, no deja que nadie le ayude y aunque hace muy bien su trabajo, ya está vieja para hacerlo todo sola. Sin embargo, cada vez que mandó a alguien a trabajar a su lado, se devuelve llorando y jurando que no regresará si me lo permite quisiera.

--  Si me lo permite, quiciera quedarme con esta labor.

-- Pero Candice...es una tarea muy pesada, tu espalda y ella es...

-- Créame que he tratado con gente peor.  -- Candy sonrío, enumerando los nombres de las mujeres desagradables que había conocido. Al menos esta respondía el saludo.

Pony se quedó mirándola con sorpresa. Había jurado que se quedaría con las chicas que sacaban el polvo y vigilaban la limpieza de vidrios y velas, sin embargo, tenía curiosidad.

-- Está bien. Pero ten presente que Grey no será amable, no lo es desde que falleció su marido. Desde entonces sólo se dedica a gruñirle a las personas, tratarlas mal y ser un verdadero fantasma a la hora de retirar los alimentos. Vive en una pequeña casita que Terry le cedió y nadie se acerca.

--  De acuerdo, pero a la una y media es el almuerzo. No te tardes.  -- Señalo Pony antes de sonreír y retirarse hacia la casa. La mujer lavaba cerca de un pozo. Cuando Candice se acercó, la descubrió tallando con energía y hablando entre dientes. Al notarla, la miro mal.

--  ¿Que haces aqui?  -- interrogó de malos modos.

-- Me dedicaré a esto,
-- Respondío simplemente mientras se recogía las mangas.

-- Eres demasiado delgada. No sirves,  -- Regresó a su labor, sin prestarle más mínima atención.

-- Mejor regresa dentro y dedicate a seducir al Lord, aunque no creo que atienda a semejante esperpento.

La mujer oyó alejarse los pasos y sonrío, volviendo a lo suyo. Sin embargo, la satisfacción es duro hasta que sintió el ruido de otro canasto y que el agua se movía. Con enfado volvio la mirada y descubrió la flacucha mojando la ropa.

--  Te dije que te fueras.

-- Y yo le dije que dedicaria a esto.  -- Le sorprendió el coraje de la muchacha. Sus palabras habrían hecho llorar a cualquier otra, pero ésta seguía ahí.

-- No está bien lavado, -- Señaló una de las sábanas que había estado colgando la joven. Y entonces sin ápice de arrepentimiento, la cogió del cordel y la lanzó dentro del agua nuevamente,  -- Te dije que eras inútil en esto. Es mejor que te marches antes de que eches a perder la ropa del señor. Estaría más que feliz si te diera un par de azotes.

-- Levantó el canasto con lentitud y sin mirar atrás se dirigió hacia el cordel más apartado.

Candice ignoro las ganas de gritarle a la mujer, nunca había salido bien parada cuando alzaba la voz y ya no pensaba hacerlo más. Así que con un suspiro, sumergió la tele comenzó a fregar con el jabón.

LA NIÑA DE MIS SUEÑOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora