Capítulo 27

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Para cuando Candice regresó de casa de Marta, la noche había caído y se había negado a ser transportada en carruaje, alegando que deseaba caminar. Lo cual, de cierto modo era cierto.

La tarde en compañía de ambas mujeres resultó muy agradable, y le fue fácil notar el cariño entre ellas. Le conversaron de los planes que tenían, de los posibles nombres para el hijo que Patty esperaba; incluso le mostraron la habitación que le pertenecería en el futuro. No daban más de alegría y todo aquello se reflejaba en los cefeces ojos de la anciana.

Mientras lentamente se deslizaba de regreso, reflexionó en que tal vez nunca era tarde para ser feliz, Marta era un claro ejemplo; la posibilidad encendió sus esperanzas.

La temperatura había disminuido un resto y se abrazó con fuerzas.

La oscuridad caía rápido y se preguntó si realmente tuvo una buena idea al rechazar el transporte. Sin embargo, aunque lo meditara ahora, no serviría de nada.

Concentrada en sus pensamientos y en ir de prisa, notó de pronto un carruaje que venía cerca, con el cochero entre las sombras de la noche. No se movía de prisa, pese al escaso movimiento en la calle y eso le llamó la atención.

Con una ligera punzada de miedo, apretó más el paso, consciente en todo momento de la calesa a sus espaldas.

Seguramente sólo espera por alguien, es imposible que ande tras de ti. Se dijo, con el propósito de tranquilizarse.

Mas, el que apurara la marcha de los caballos al mismo tiempo que ella sus pasos, se le antojó de mal augurio.

Por favor, rezó apretando más el agarre en ella misma, estoy recién comenzando de nuevo… no permitas que algo me pase ahora.

— Señorita. — Oyó la voz de un hombre que le erizó los vellos del cuello. Tragó grueso y pretendió que se dirigía a alguien más. Algo bastante difícil de creer, siendo que era casi la única que transitaba. — Señorita Candice. — Bueno, eso era bastante específico.

De todos modos, ¿qué estaba haciendo? ¿Huyendo otra vez? Reunió todo el valor que pudo encontrar y se detuvo abruptamente, sorprendiendo al cochero que vociferó para frenar el paso de los equinos.

— ¿Por qué me sigue? — Disimuló el temblor de sus miembros y voz. El hombre siguió oculto, hasta que tuvo la idea de bajar de un salto. De forma involuntaria, retrocedió unos pasos.

— Lamento haberla asustado. — Comenzó. — Pero la señora Marta me ha encargado seguirla hasta su destino. Le preocupaba que se marchara sola, en la oscuridad y en la ciudad peligrosa.

El alivio que experimentó la joven la dejó mareada. Había pensando cosas terribles y sólo se trataba de la preocupación de aquella mujer. Más sosegada, sonrió.

— Ya veo. Esa anciana es una testaruda.

El hombre sólo curvó los labios.

— ¿Aceptará el carruaje?

— Ya ha venido hasta aquí, sería algo injusto decir no. — Sin embargo, disimuladamente observó el tallado en el carruaje, donde se apreciaban las iníciales de la familia de Patty. Prefería pasarse de desconfiada, que confiar y equivocarse.

— De acuerdo. Permítame ayudarla— luego que se acomodó dentro de la cabina, sintió cómo volvía a su posición e iniciaba la marcha. Candice cerró los ojos y se apoyó contra la estructura, sintiendo que sus latidos se calmaban paulatinamente.

Supuso que sabía dónde se encontraba la residencia de donde vivia, ya que se movió entre las calles correctas; se entretuvo mirando por la ventana. No veía demasiado, pero prefería hacerlo que embaucarse en sus pensamientos.

LA NIÑA DE MIS SUEÑOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora