Capítulo 40

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Él observaba todo sin perder detalle, su mano perdida entre sus muslos lo enloquecía y le parecía que Candice era la mujer más apasionada y hermosa que había conocido. No tenía temores en buscar su placer y eso le gustaba, sentía que dentro de poco sería capaz de decirle qué le agradaba y lo que no. Serían compañeros de cama excelentes y apenas podía esperar para sumergirse en su estrecho interior, sus dedos habían sentido el cielo al internarse en sus cálidas profundidades. Sabía que sería una experiencia cercana a lo divino. Sobre todo, porque era la primera vez que él sentía más que sólo deseo.

Continuó acariciando sus pechos, sus adorables y mórbidos senos que le encantaban. Eran suaves, redondos, del tamaño adecuado.

Ella aceleró sus movimientos y reposó más peso sobre él, mientras su respiración se volvía más y más trabajosa. Sabía que estaba cerca.

— Y-yo— comenzó a decir, mas sólo fue capaz de dejar escapar un sonoro gemido mientras la cabeza caía hacia atrás y su espalda se arqueaba. Continuó tocándose, hasta que la sensibilidad la hizo apartar la mano.

Se apoyó contra el Lord, para calmar su respiración y tratar de recuperar la totalidad de su ser. En ese extraño y placentero sopor, sintió que su cuerpo era recostado y luego un calor penetrante sobre ella.

Al abrir los ojos, se dio cuenta de que Terrance se había posicionado sobre su anatomía y que su espalda ahora reposaba contra las mantas. Incluso la había movido hasta el centro de la cama.

— Me gustan mucho. — Susurró con una sonrisa coqueta, que derritió el corazón del Lord. — Quiero más.

— Tendrás los que desees, mi lady. — Aquella respuesta la complació, pues se alzó y buscó los labios de Terrance. La respuesta fue ansiosa, ávida y hambrienta y la joven comprendió por qué, cuando el Lord dejó caer un poco de su peso.

Su dureza rozaba contra su muslo y se percató de que ya no había prendas de por medio. Realmente iba a ser tomada por el hombre que su corazón había escogido, y no podía sentirse más satisfecha con aquello.

— Aún estás a tiempo de levantarte y marcharte… no voy a obligarte a nada que no quieras hacer.

— Quiero hacer esto.

— Bien, porque no iba a permitir que te fueras. — Sonrió, pero su rostro se contrajo cuando ella rotó sus caderas y abrió las piernas para darle cabida. Candice podía sentirlo contra su intimidad aún punzante y la emoción la hizo estremecer.

Él jugó al principio. Metió una mano entre sus cuerpos y acarició el nudo de Candice, haciéndola jadear. Probó su entrada con dos dedos y cuando la fricción estaba volviéndola loca, la abandonó para coger su miembro.

Cerró los ojos y tensó su cuerpo, creyendo que se introduciría de inmediato y de una sola vez. Sin embargo, rozó su centro con la punta de su intimidad inhiesta, de arriba abajo, valiéndose de su dura longitud que ella pudo aventurar, no era pequeña.

Se encontró gimiendo y retorciéndose bajo su cuerpo, con sus caderas siguiendo el movimiento, en el momento que él dejó de gemir y se posicionó en la apertura.

Apoyó ambas manos a los costados de Candice y la miró a los ojos. Le pareció que quería decirle algo, y un nudo en su garganta amenazó con atragantarla. Casi pudo imaginar que le diría lo que sentía por ella… sin embargo, a último minuto decidió besarla en vez de hablar y lo aceptó con gusto, diciéndose que todo tenía un momento y lugar.

La besó con pasión y comenzó a ejercer presión contra su feminidad. Una de sus manos bajo presurosa hacia su muslo, impeliéndola a abrirlos más.

Se apartó de su boca para soltar un juramento.

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