Tampoco es que quisiera hablar, las dotes de esa anciana para leerla la desesperaban.
Perdida en sus pensamientos se encontraba, cuando entre las sábanas recién puestas en los cordeles se perfiló la silueta de un hombre. El corazón de la rubia echó a latir desesperado y se encontró petrificada en su sitio.
- Oh, aquí estás- se trataba de Jimy. A Candice le volvió a entrar el alma al cuerpo.
- Hola- saludó acomodando su pelo y regresando a su tarea. Estrujó los pantalones antes de dejarlos en el cesto.
- ¿Qué tal te va todo? ¿Gley sigue siendo una bruja?
- No la llames así. - Censuró con frialdad. Todavía la incomodaba mantener una charla con el chiquillo.
- No sabía que ahora eran amigas. - Rió.
- No lo somos. Pero no tienes que faltarle el respeto a tus mayores.
- Suenas igual que una madre regañando a esas señoritas de la corte. No debes hacer aquí ni allá. Las he escuchado; son un fastidio no sé cómo lo soportan.
Candice se limitó a sonreír tensamente.
- De cualquier modo, te están llamando dentro.
- ¿A mí? ¿Quién, Pony? - El chico se estiró, aprovechando de contemplar el cuerpo de Candice. No era un secreto que aquella rubia de maneras elegantes y finas había cautivado la atención del muchacho.
- Sí. Dijo que fueras. Bueno, yo debo volver o papá me regañará. - Sus ojos se movieron un poco a la izquierda y se le congeló la sonrisa. - E-eh... hola señora Pony. - Rápidamente huyó de los ojos verdes y Candice frunció el ceño confusa.
- No le des esperanzas a ese niño. No seas cruel. Tú no estás aquí para hacer amigos.
Las palabras fueron como un latigazo de la realidad. Y sólo buscó el modo de alejarse de aquella fuente de incomodidad. Por lo que levantándose las faldas, emprendió camino.
Buscó un rato entre las chicas que reían mientras fregaban los pisos, hasta que finalmente la encontró dando órdenes con tono hosco. Había un cuadro que no quedaba en la posición correcta.
- Señora Pony, me dijeron que quería verme. - Susurró, interrumpiendo la retahíla.
- Ah, sí querida- sonrió al verla. Entre ellas había surgido un cariño muy especial, aunque Candice no confiaba del todo en nadie. - Tengo noticias- el gesto en el rostro le parecía de mal augurio.
- Usted dirá.
- Lord Grandchester ha pedido que lo acompañes a cenar esta noche. - La rubia tardó en procesar las palabras, quedándose de piedra al comprender. Miles de preguntas asaltaron su mente, haciéndola encorvar de modo irremediable.
- ¿A mí? ¿Por qué? ¿Para qué? - La desesperación la atacó rápidamente.
- Oh, tranquila niña. No pasa nada, sólo quiere conversar contigo. - Algo había tras los ojos de Pony, lo había notado desde hacía un par de días, mientras la veía comer o realizando cualquier tarea.
Para la mujer mayor no había pasado desapercibida la mirada que le daba al piano cada vez que pasaba por allí, como si deseara más que cualquier otra cosa ocupar el banquillo y ponerse a tocar las piezas de marfil. Algo había con Candice y así se lo había hecho saber a Terry. Luego de algo de insistencia, había accedido a comprobarlo por sí mismo. Después de todo, a él también le impactaba el que la rubia supiera leer, eso, entre otras cosas.
Pony lo conocía y podía descifrar las miradas que le daba por la ventana. Siempre se había jactado de ser diferente a ella en cuanto al corazón, pero él era aún más vulnerable y le tocaba darse cuenta.
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LA NIÑA DE MIS SUEÑOS
FanfictionLos personajes de Candy Candy no me pertenecen son de sus creadoras Keilo Mizuki y Yuriko Igarashi.