CAPÍTULO 27

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—Te ves cansada mi amor.

—Todo el día he tenido unos cólicos horribles, se quitan unos minutos, pero vuelven.

—Vamos a que te acuestes un rato. — entró y dejó todo en la mesa de la sala — Estas son para ti. — me dio las rosas.

—Gracias cariño, son hermosas.

—Me alegro que te gusten.

—¿Las puedes poner en agua por mí?

—Claro que sí mi amor.

—En la cocina hay un florero.

—Muy bien.

Fue a la cocina y unos minutos después volvió, se acercó a mí, pasó un brazo por mi espalda y otro por debajo de mis piernas, me cargó y subió las escaleras conmigo en brazos, llegamos a mi habitación y me recostó suavemente sobre la cama.

—¿Necesitas algo?

—Mi almohadón térmico.

—¿Dónde está?

—En mi armario en el primer cajón de la izquierda.

Fue corriendo al armario y salió unos segundos después con mi almohadón, se subió a la cama, bajó mi pantalón un poco y levantó mi camisa, puso el almohadón térmico y se sintió bien, cerré los ojos y Matt se acostó a mi lado a acariciar mi mejilla.

—¿Necesitas algo más?

—Que mi novio me abrace. — me sentía triste, mi labio inferior comenzó a temblar, las hormonas del periodo son peor que las de una embarazada.

—Pobrecita de mi pequeña. — me abrazó y besó mi frente, comencé a llorar, Matt sonrió con ternura y se quedó abrazándome hasta que me quedé dormida. Más tarde los cólicos volvieron, desperté, Matt estaba abrazándome, me sonrió. — ¿Qué pasa preciosa?

—Cólicos de nuevo.

—¿Qué no te dejan descansar?

—Nunca.

—Pobrecita de mi pequeña. — se acercó a mi abdomen y levantó el almohadón, comenzó a dejar varios besos en el y acostó su cabeza sobre el aplicando un poco de presión, se sentía bien, enredé mis dedos en su cabello y comencé a jugar con el. — ¿siempre te pones así cada mes?

—A veces peor.

—Mañana nos quedaremos aquí, daremos aviso a la universidad.

—No mi amor, mañana estaré bien.

—Pero mírate como estás cariño, ni color tienes en las mejillas.

—Mañana estaré mejor, ya lo verás. — hice una mueca de dolor por un cólico.

—¿Otro cólico? — asentí. — lo ves mi cielo.

—Tranquilo cariño, es normal.

—¿Normal que te estés muriendo de dolor?

—Tranquilo.

—No me gusta estar verte así mi cielo.

—Mejor pensemos en otra cosa ¿cuéntame que hiciste hoy?

—Llegué al apartamento y dormí un rato, después desayuné y saqué a nuestro hijo a dar un paseo, pero es un flojo completo, llegamos al apartamento y fue a tirarse a su cama, tuve que llevarle su plato de comida porque el muy berrinchudo no se quiso levantar — reí — compré cosas para ti y después me puse a revisar unos documentos el resto del día.

—Un hombre muy ocupado y sexy. — se rió.

—No digas eso mi amor, porque si sigues así, no podré detenerme.

UN PEQUEÑO INCIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora