59. Atardeceres

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Te dedico todos y cada uno de mis atardeceres.

Hace ya mucho tiempo que no veo esos colores intensos que me dejaban boquiabierta y es porque tú ya no estás.

La Luna oye mis sollozos y mi respiración entrecortada entre llanto y llanto.
El Sol me ve levantarme con ojeras y mirar en la pared el hueco dónde antes se encontraba nuestra foto.

No puedo negar que te echo de menos y que cada día que se pone el Sol me duele un poquito más tu ausencia ya que te veo día a día y ambos actuamos cómo si de extraños se tratase.

Te pienso en cada atardecer y sigo viendo cómo cae el Sol dejándolo todo oscuro a su paso.
Sigo amando ver cómo anochece, viendo cómo la Luna me mira y me acaricia suavemente la mejilla con el aire fresco de la noche.

Al generar contacto entre las yemas de tus dedos y mi piel provocabas en el interior de mi cuerpo y sobretodo en mi corazón las mismas sensaciones que un atardecer lleno de preciosos colores en la playa.

Echo de menos sentir esa sensación.

Ver tu sonrisa y que se erice mi piel, ver tus ojos brillando, escuchar el sonido de tus risas contagiosas y tu voz que es el mejor antídoto a mi veneno.

Echo de menos sentir atardeceres en mi corazón y que tú seas el causante de ello.

Te busqué cómo el Sol a la Luna y viceversa, si decides buscarme tú también, sabes dónde buscarme para encontrarme.

Búscame en cada atardecer, en cada noche de estrellas, en una playa dónde se oiga el sonido tranquilo de las olas rompiendo contra la orilla o en nuestro banco al lado de tu casa.

Búscame y te juro que no te arrepentirás, búscame y volvamos a llamar cómo nuestro a ese banco en el que han pasado tantas cosas.

Huellas de una adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora