Estoy tan destrozada, tan desconsolada, rota, apagada, vacía...Me faltan adjetivos despectivos para describir el dolor punzante y constante que siento en el pecho ahora mismo.
He vivido el peor momento de mi vida, presentes mis amigos o eso creía yo que eran, amigos.
Me han decepcionado.
Cuándo peor estaba ellos dieron nieve a la bola de nieve para que se agrandase en vez de cortarle camino para que yo pudiera volar y avanzar en paz, algo que llevo pidiendo mucho tiempo a gritos desolados.
Me ha roto la persona a la que yo creía que conocía, a la que amaba sin importar qué tan mal me hiciera.
Me ha mirado a los ojos jurando no sentir nada, ni rastro del sentimiento tan puro y tan fuerte en sus células.
Ni rastro de lo que sintió, ni una mínima parte quedaba.
Sus ojos me miraban fríos, mientras esos a los que creo llamar amigos estaban mirando por puro cotilleo y echando más leña a este fuego.
Me sentí rota, sentía como cada trozo de mi corazón se rompía y como caían las lágrimas de mis ojos.
Huí de ahí, salí sin importar nada ni nadie y empecé a llorar recordando sus palabras y viendo la actuación de la gente de mi círculo más cercano.
Desde esa misma noche me juré a mi misma no volver a abrir mi corazón nunca más, porque no me merezco esto.
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Huellas de una adolescente
Fiksi RemajaEn este libro de textos, algunos más breves que otros, hablo sobre el dolor, el amor, sensaciones y sentimientos que sentimos todos a lo largo de nuestra adolescencia y algunas reflexiones que he ido escribiendo según las experiencias y el paso del...