Me sentía enormemente gigante al filo de aquella montaña, tenía toda la ciudad a mis pies.
Todas y cada una de las luces de las farolas, casas, comercios y fábricas, absolutamente todo a mis pies y perdiéndose en la línea del horizonte.
Me encantaba sentirme así, con mis cascos, mi música, mis pensamientos, tú y la ciudad.
Sentir el frío en la piel, las capas de ropa, sentirme vulnerable pero a la vez imparable.
Todo a oscuras, el sonido de la noche, de los coches por la carretera, la melodía del principio de esa canción y yo.A mis pies la ciudad que me estaba viendo crecer y que aún no había tenido el suficiente tiempo de recorrer por completo, y sobre mí un universo gigante por explorar.
La luna, mi fiel compañera y por la que comparto pasión gracias a mi madre.
Y las estrellas, todas ellas separadas pero a la vez unidas, esos puntos de luz en el cielo, ese firmamento con el que tantas noches desolada he charlado recordándote a tí, abuelo, abuela, abuelos...
Mis pequeñas grandes estrellas.A mis pies toda una ciudad, en mi cabeza un enorme universo y yo, un simple punto en el lienzo sintiéndose gigante.
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Huellas de una adolescente
Teen FictionEn este libro de textos, algunos más breves que otros, hablo sobre el dolor, el amor, sensaciones y sentimientos que sentimos todos a lo largo de nuestra adolescencia y algunas reflexiones que he ido escribiendo según las experiencias y el paso del...