75. A mis pies

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Me sentía enormemente gigante al filo de aquella montaña, tenía toda la ciudad a mis pies.

Todas y cada una de las luces de las farolas, casas, comercios y fábricas, absolutamente todo a mis pies y perdiéndose en la línea del horizonte.

Me encantaba sentirme así, con mis cascos, mi música, mis pensamientos, tú y la ciudad.
Sentir el frío en la piel, las capas de ropa, sentirme vulnerable pero a la vez imparable.
Todo a oscuras, el sonido de la noche, de los coches por la carretera, la melodía del principio de esa canción y yo.

A mis pies la ciudad que me estaba viendo crecer y que aún no había tenido el suficiente tiempo de recorrer por completo, y sobre mí un universo gigante por explorar.

La luna, mi fiel compañera y por la que comparto pasión gracias a mi madre.
Y las estrellas, todas ellas separadas pero a la vez unidas, esos puntos de luz en el cielo, ese firmamento con el que tantas noches desolada he charlado recordándote a tí, abuelo, abuela, abuelos...
Mis pequeñas grandes estrellas.

A mis pies toda una ciudad, en mi cabeza un enorme universo y yo, un simple punto en el lienzo sintiéndose gigante.

Huellas de una adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora