76. Mi fiel amigo

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Tú, mi fiel compañero desde que llegaste a mi vida.
Una personita dentro de un cuerpo peludo de cuatro patitas y que se comunica conmigo a través de lengüetazos, mordisquitos y ladridos.

Mi fiel amigo, ese cuerpecito que se tumba a mi lado en las noches frías para protegerme de lo malo, que viene saltando y ladrando a verme nada más llegar a casa.

Contigo, he jugado, reído, llorado.
Me has demostrado una lealtad más pura que la de cualquier persona humana y me has enseñado a que se puede querer de una manera preciosa e incondicional como yo te quiero.

Te elegí de entre cuatro cachorros más, llegaste a mi vida cuando no estaba buscando un nuevo miembro en la familia.
Eras diferente, siempre lo has sido. Tú eras el único cachorro que andaba hacia atrás y al que le había costado más abrir los ojitos.

Recuerdo con exactitud cuando te cogí en mis brazos, olías a pienso de cachorro, llorabas si no te cogía y pegabas mordisquitos con esos dientes que parecían alfileres.

En casa, te escondías en los zapatos, mordías mis chanclas y te encantaba beber leche de vaca para desayunar.

No me imagino el día en que ya no vaya a escuchar tus ladridos, tus patitas al bajar las escaleras, cuando ya no vayas a saltar sobre mí al despertarme por las mañanas y jugar a escondernos en las sábanas de la cama de mamá.

Te quiero mi fiel amigo.
Ojalá pudiera hacerte eterno, ojalá siempre.

Porque en ocasiones, el amor de un perro es el amor más real que jamás vamos a sentir.

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