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"Me gustan las rosas blancas manchadas de sangre"

Crecí viendo cómo papá molía a golpes a mi madre. Cuando el amor duele, es porque no es amor. Así de sencillo, en vez de golpearla lo único que tenía que hacer era dejarla.

Papá tenía a otra mujer, y aun así continuaba molestado a mamá.

Desde mi punto de vista con diez años me parecía bastante bien que se fuese de nuestras vidas para siempre, pero no lo hacía.

Todos los días la situación por casa empeoraba, los golpes a mi mamá se agudizaban y por más que intentaba defenderla siempre salía con un ojo hinchado.

Mi madre fue mi guerrera valiente, un día sin dar explicaciones me tomó del brazo y me sacó de ahí. Huimos y empezamos una nueva vida alejados de todos.

Cinco años bastaron para que ese miserable nos encontrara. Llegaba del colegio cuando encontré las puertas abiertas, grité su nombre varias veces, más no tuve respuesta.

Mi progenitora tenía un pequeño jardín, era como su lugar seguro. Dónde lo único que sembraba eran rosas blancas, a mí me parecía muy aburrido ver el mismo color todos los días con la misma textura.

Supuse que estaría ahí regando las plantas, y lo estaba, pero ya nada era igual a la última vez que lo vi.

Las rosas blancas ahora rojas, carmesí me gustaron mucho más, arrugue la nariz debido al repugnante olor a sangre que se filtraba por mis fosas nasales.

Tendido en el suelo estaba el cuerpo sin vida de mi madre, tanta sangre salía de su frío cadáver manchando el impoluto sitio.

Desde pequeño supe que algo estaba mal conmigo, quizás fue por algo que comió mi madre en el trascurso del embarazo. Lo único cierto ahora era que las rosas blancas me gustaban más manchadas de sangre.

Mamá me enseñó a plantarlas, así que no tendría problemas, lo único que me faltaba para que fueran extraordinariamente bellas era la sangre.

Por eso desde ese entonces decidí que cada familia con un padre cabrón tendría que teñir mi hermoso jardín.

Y para empezar que mejor ejemplo que mi propio padre. Daba el prototipo, infiel y maltratador de mujeres.

¿Me pregunto que tonalidad de rojo tendrá su sangre?

Con todo mi esfuerzo lo encontré con su nueva familia. No dudo en abrirme la puerta, después de todo era su hijo.

El muy ingenuo creía que no sabía que él había acabado con la vida de mamá, por ende yo acabaría con la vida de su nueva mujer, su nuevo hijo y por último él.

Recuerdo que esa noche me invitaron a cenar y me las arreglé para echar un líquido en la bebida de todos.

Las horas pasaron y sentados en el salón, ninguno podía mover un solo músculo de su cuerpo, los había paralizados. Me sentía tan orgulloso de mí.

—¿Qué me pasa? —preguntó sin poder moverse. La mujer estaba inconsciente y el niño no podía mover la boca debido a que su dosis fue más fuerte.

—Ahora verás como tu mujer e hijo mueren desangrados frente a ti.

Sus ojos se abrieron como plato.

—No intentes moverte, papi. Es en vano.

—Estás enfermo de la cabeza.

—Familia por familia, y mamá era lo único que tenía y tú me la arrebataste.

Sin pensarlo tomé a mi supuesto hermano y rebané su cuello con una navaja, mientras mi padre intentaba hablar, pero las palabras se enredaban, cada minuto era peor para ellos.

La mujer abrió los ojos de golpe y grito con fuerzas al ver el charco de sangre proveniente de su hijo.

—No me gusta que griten —le reclamé y me acerqué— Me da jaqueca, por favor. Tu lengua.

Las lágrimas se deslizaron por su mejilla, mientras el filo cortaba su lengua, la pobre terminó ahogada con su propia sangre.

—Miserable —balbuceó mi padre y la verdad es que no me importó mucho ir cortando de a poco cada uno de sus dedos.

—Esto por los golpes que le dabas a mamá. Ella era una mujer magnífica y tú la rompiste, con toda tu mierda.

Ya no tenía fuerzas para hablar, así que sus ojos me miraban con hastío.

—Te quiero muchísimo, viejo.

Mi navaja quedó enterrada en su corazón.

Saqué de mi mochila una preciosa rosa blanca que manché con la sangre de papá, la dejé entre sus manos como un bonito recuerdo.

***

Los años pasaron y perdí la cuenta de cuántas familias me llevé por mi paso, aunque la policía si lo tenía bastante presente, a mí me daba igual, nunca han estado cerca de cogerme.

La misma noche que llegué al pueblo me encargué de una familia muy peculiar, solo que cometí un error. Mi primer error desde que inicié con esto.

Por primera vez dejaba un miembro de la familia vivo, y no porque quise. La chica se había ido y en su lugar dejó a una amiga, dicha amiga que le di varias puñaladas mientras dormía.

Al día siguiente al revisar las noticias locales me di cuenta de que había acabado con la vida de una inocente, cuando mi único objetivo era: Roma.

Acaba Conmigo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora