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Contra lo inevitable nadie puede  y yo no seré la excepción”

—Te conseguí una consulta con un terapéutico —me informa Jay, mientras conduce—. Está dispuesto a verte cuando estés lista.

—Gracias —pongo mi boca en línea fina.

—Cambia esa cara —me anima—, pronto estarás bien y lo recordarás todo, es el mejor en su trabajo.

—No solo es eso —miro a la nada a través de la ventanilla de copiloto—. Aún no tengo respuesta de Klaus y la policía no piensa mover ni un dedo.

—Yo no me preocuparía por él —Jay se encoge de hombros—. Según me dijiste es hermano del asesino, estará igual de loco que él.

—Había sangre en el salón —paso saliva—. De seguro él descubrió su traición y...

—O también podría ser una trampa.

—También.

No digo nada más en el trayecto hasta el cementerio.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —Jay rodeó el auto en cuanto bajamos.

—Si —suelto todo el aire que tenía reprimido en mis pulmones—. Lo único que necesito es que me prometas que no vas a soltar mi mano.

—Eso nunca —entrelaza su mano con la mía y caminamos juntos.

Lo fácil que sería amar a este chico, pero no. No siento ni la mitad de lo que él por mí y avanzar sería engañarlo.

Mi teléfono notifica en un momento inapropiado.

Te ves extremadamente bella vestida de negro. Llevas tiempo sin escribirme, tienes prohibido olvidarte de mí. Menos ahora.

Me las arreglo para contestar sin soltar la mano de Jay.

¿De qué hablas? Te parece que tengo ánimos de escribirte después de todo lo que me has quitado.

—¿Ocurre algo? —el castaño se detiene.

—Necesito hacer una llamada —me disculpo y busco un lugar más apartado dónde nadie me vea.

Termino marcando su número.

—No esperaba tu llamada —la voz sale modificada e imposible de reconocer.

—Black, Amelia y estoy seguro de que estás detrás de la desaparición de Klaus —bramo—. ¿Quién es el siguiente?

—Pues chica no sé —hace silencio unos segundos—. Estamos todos aquí reunidos, sería muy fácil escoger a uno de ellos.

—¿Dónde estás? —pregunto—. Quiero verte, ahora.

—Aún no es el momento, Roma.

—¿Cuánto tengo que esperar?

—No lo sé —agrega—, pero sabrás que soy yo. Tengo tu nombre tatuado en mi piel.

Dicho eso me cuelga y me quedo con la palabra en la boca. Mi nombre en su piel, era lo último que necesitaba escuchar.

Vuelvo a dónde Jay que continúa en el mismo sitio donde le dejé.

—Era una llamada importante —miento y encoge los hombros.

—No importa.

Entrelazados nuevamente me acerco hasta dónde se encuentra Analia junto a Ricardo. Tiene los ojos rojos de tanto llorar y aprieta la mandíbula con fuerzas cuando me ve llegar.

Acaba Conmigo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora