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Me has arruinado la vida. ¿Por qué no dejo de pensar en ti”

No ha dejado de llover, siento como las gotas golpean con fuerza contra el suelo, los relámpagos dividen el oscuro cielo y el viento impacta contra las ventanas.

Bajo las escaleras, ya que escuché un ruido en la cocina, el fluido eléctrico se corta y busco la linterna en mi teléfono. 

—¿Hay alguien ahí?

La pregunta más absurda de las películas de terror.

—Si Roma, soy yo —no reconozco esa voz—. Me estoy preparando un sándwich en la cocina. ¿Quieres?

—¿Quién eres?

—El asesino.

De mi garganta brota un grito de horror, el fluido eléctrico vuelve y de pronto se sienten los pasos de personas corriendo hacia mi dirección.

La cocina está vacía, pero tengo a Analis y a Ricardo mirándome con cara de horror, mientras mi respiración vuelve a la normalidad.

—¿Estás bien? —pregunta la rubia.

—Él estaba aquí, yo lo vi.

Sé lo que vi.

—Roma yo no veo a nadie y las puertas están cerradas —Ricardo revisa las puertas y ventanas.

—De seguro fue un mal sueño —agrega Analis y frota mis hombros—. Estás muy tensa.

—No fue un sueño —me quejo—. ¿Cómo explicas que haya llegado a la cocina?

—De seguro tenías hambre —chasquea la lengua—. Mira es eso, aquí está la prueba —levanta el sándwich que evidentemente no lo preparé.

—Yo no lo preparé —me alarmó en cuestión de segundos—. Tienen que creerme él está aquí.

—Cariño es tarde —habla Ricardo—. Vuelve a la cama, necesitas descansar. Últimamente, hemos pasado por mucho. 

Se refiere a que Black está muerto y que ahora Klaus lleva un día desaparecido, después de confesar que el asesino era su hermano.

La puerta del salón se abre y Miguel entra con la ropa empapada.

—¿Miguel? —Analis lo mira de arriba abajo—. Pensé que dormías.

—¿Dónde estabas a estas horas? —pregunto con mala cara.

—Te me calmas que yo no me casé contigo, bonita —me suelta con mal carácter, como si estuviera molesto con la vida en general.

—Porque yo no quise —ruedo los ojos y luego me arrepiento.

—¡Chicos! —interviene Ricardo.

La tensión es palpable.

—Roma no, pero yo sí —Analis se le acerca—. ¿Por qué saliste a estas horas y a escondidas? Dice Roma que el asesino anda por aquí.

—Salí a tomar el aire, porque no podía dormir y comenzó a llover—se encoge de hombros—. ¿Contenta? Yo no he visto nada raro.

En lo que la parejita de casados discute, Ricardo se pasa las manos por el rostro y yo caigo en cuenta que falta una persona y que con todo este escándalo ya la hubiéramos despertado.

—¿Amelia, dónde está Amelia?

—Durmiendo en su habitación.

—¡Corran!

—¿Qué carajos, Roma?

Corro hasta el dormitorio de Amelia para encontrarme sus ojos abiertos con la vista fija al techo, las manos cruzada sobre su pecho, entre sus dedos una rosa blanca y de su estómago brotaba mucha sangre.

Acaba Conmigo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora