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"Estoy con él pensando en ti. Jode, pero excita el doble"

—Te extrañé —asegura en cuanto abre la puerta.

Sin tiempo a nada su mano envuelve mi cuello y me estampa contra la pared, sus labios caen sobre los míos, con la mano libre recorre mi piel con descaro, ladea la cabeza. Profundiza el beso y mis piernas rodean su cintura.

—Yo también, Black —susurro contra su boca en lo que comienza a caminar conmigo en brazos.

Black no deja de besarme hasta llegar a su habitación y tirarme en la cama. Sus labios están hinchados debido a la fricción contra mi boca. Me veo como tonta, pero no logro apartar la vista de su cuerpo mientras se quita el pulóver oscuro. Los pequeños tatuajes que se expanden por su cuerpo, las venas que se le remarcan en los brazos y los músculos. Cosas así provocan la humedad entre mis piernas.

—No te cortes —sonríe de lado—. Siempre me ha gustado sentir tu vista sobre mí.

Trago en seco y siento como mis mejillas se enrojecen.

Baja su jean y se acerca con el condón entre sus dedos, lo deja a un lado de la cama y se apoya con la ayuda de sus codos. Su mano libre baja hasta el cierre de mi pantalón y lo ayudo a tirarlo al suelo, juega sobre la tela de mis bragas y yo suelto un gemido de vez en cuando. Su erección crece contra mi trasero, y balancea sus caderas. 

—Roma —sus dientes tiran del lóbulo de mi oreja—. ¿Puedo?

Siento el calor que emana su polla contra mi encaje, ya no trae bóxer y maldigo bajito por lo que estoy a punto de hacer.  Asiento apretando mis labios.

Black sonríe y el mundo se me detiene cuando le miro a los ojos.

Bastaron segundos para que mis bragas desaparecieran, Black tomó mi pierna y la pasó por encima de la suya, mi cuerpo quedó de lado y él me penetró con rudeza desde atrás. Su mano rodeó mi cuerpo pasando por arriba del nuevo tatuaje que después de todo sanaba a la perfección. Con sus dedos acariciaba mi clítoris en círculos. Dejé mi cabeza sobre su hombro y besó mi mentón.

Mordí mi labio, cerré los ojos y sus estocadas entraban en lo más profundo de mi interior, magreo mis pechos y enterré mis uñas en su pierna.

La sensación de sentirlo directamente me abrumaba. El contacto de nuestra piel, era algo a lo que me podía acostumbrar.

—Me gusta lo mojada que estás —susurró.

—Estoy así porque se trata de ti.

—¿Subes? —ensanchó la sonrisa.

A veces le odio.

Mentira.

—Subo —aseguré en lo que se alejaba.

—Será mejor que lo usemos —propuso levantando el condón.

Ahora, en serio.

—Bien —agregue—. ¿Con la boca?

—Con la boca —ladeó la cabeza—. Joder, me prende esa idea. 

Rompe el envoltorio y me lo ofrece, mis manos rodean su tronco, coloco el condón en la punta para deslizarlo con ayuda de mi boca.

—No me has dicho cuál es tu sabor favorito, lo siento —bromea.

Succiono ejerciendo un poco de fuerza y gruñe.

—Fresa está bien, bebé.

Envuelvo nuevamente su polla con mis labios, paso la lengua y degusto como si se tratase de la comida más buena de la historia.

Voy besando su piel, subo por todo su abdomen con la punta de mi lengua, me siento a horcajadas y con la mano llevo su miembro a mi entrada, me siento de un tirón y mis paredes se acoplan a la invasión. 

Cabalgo sobre su cuerpo desnudo, conecto con su mirada y no dejo de moverme, me quita la blusa, sus dedos juegan con mis pezones, desliza la palma de su mano hasta llegar a las rosas con sangre en mi costillar.

El tatuaje no era feo, pero gritaba pertenecía por todas partes. Era una marca, su marca personal y yo era de él. Mi vida le pertenecía a él.

En estos momentos no podía pensar en ello, no ahora. Estaba con Black y eso era lo que siempre había querido.

Me lancé a su boca, Black agarró mi cabello con delicadeza y lo apartó de mi rostro, su lengua se entrelazó con la mía, demandante, provocativa, juguetona.

—Te quiero, Black —sentí que era el momento exacto para decirlo, aunque tenía a otro rondando por mi cabeza.

—Y yo te amo, Roma.

***

Abro los ojos lentamente, la claridad, me molesta, le echo un vistazo a la habitación y definitivamente no es la mía, me quedo quita cuando noto que estoy sobre Black, ambos desnudos.

—Dormiste sobre mí toda la noche —tiene los ojos cerrados, pero ya anda sonriendo—. Te abracé con fuerzas por si decides escapar.

—No tengo pensado huir de ti.

—Mejor, no quiero tener que secuestrarte.

—Black —intenté moverme, y no pude.

—¿Umm?

—¿Puedes quitar tus manos de mi culo?

Después de una ducha, juntos terminamos desayunado, Black tenía que hacer unos pendientes y pues yo necesitaba responder todos los mensajes que había recibido durante las últimas horas. 

Salí a la calle y el aire frío me recibió, me alejé del edificio de Black en lo que caminaba con la vista fija en la pantalla. 

Analis: Ya tengo lo que me pediste, vuelve a casa.

Yo: Voy en camino. ¿Qué sería de mí sin ti?

Respondí y fui directo a la otra conversación, revisando sus mensajes.

Roma, no entiendo que me pasa contigo. Siento que te necesito, no me refiero a tu sangre, ahora quiero mucho más, deseo todo de ti. Se me está haciendo difícil contenerme. Quizás te visite pronto.

Eso, tenerlo de frente era lo que más necesitaba, pero temía a mi reacción, ya fantaseaba con él. Alerta roja, esto gritaba peligro por todas partes y lo peor era que yo quiero probarlo.

Me estoy volviendo loca, es eso.

—Claro que si —dije en voz alta sin percatarme que andaba en medio de la calle—. Me estoy volviendo loca.

—El loco es quién mejor vive en estos tiempos —la chica se encogió de hombros y me miró directamente, sin duda alguna me hablaba a mí.

Dudosa me acerqué.

—Al loco le da igual lo que piense la sociedad, vive a su manera. Es feliz con sus demonios y le canta en libertad al cielo.

—Yo creo que esta loca va directo al infierno, en el cielo no seré bienvenida.

—¿Tan malos son tus pecados?

—Supongo que sí —confieso—. Mi cabeza batalla contra el bien y el mal y voy perdiendo.

—Vas a dejar ganar a lo correcto, siempre —chasqueó su lengua—, pero en el fondo solo lo haces para alejar lo que verdaderamente deseas.

No.

No. Puedo. Desear. Al. Asesino. Dé. Toda. Mi. Familia. Y. Amiga.

—Tu consejo me viene peor —pongo mi boca en línea fina.

—Bueno por aquí andaré —informó—. Por si necesitas más consejos malos.

—No pienso volver —en realidad dudo, que me quede mucho tiempo si el asesino cumple su palabra—, pero fue un placer conocerte.

—Por cierto, mi nombre es Valeria, pero tú dime Valu, me caen bien las locas.

Acaba Conmigo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora