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"Ya no eres tan desconocido, hoy aprendí a sonreírte"

—¿Le pediste al asesino que acabase con la vida Laura?

—No —respondo por milésima vez—. No soy Dios, no tengo el poder de elegir quien vive o muere, nadie merece recibir rosas blancas manchadas, nadie merece tener a un enfermero obsesionado con tu existencia.

Me exaspero.

—Estoy cansada —me quejo y paso las manos por mi rostro—. Siguen perdiendo tiempo conmigo cuando tenemos un asesino frente a nuestras narices.

—No se preocupe, Roma —habla el oficial encargado del caso—. Tenemos un listado de todos los invitados, si el asesino está presente lo vamos a encontrar.

Llevo tanto tiempo escuchando eso que ya me aburre.

—Espero que lo encuentren antes de que mi sangre adorne sus rosas —pongo los ojos en blanco—. Digo, si no es molestia.

—Dudo mucho que tu sangre llegué a adornar algún día sus rosas.

—¿Por qué tan seguro? —pregunto y le observo fijo—. Después de todo siempre he sido su objetivo.

—Aún no lo has entendido —el hombre apoyó sus nudillos en puño y se inclinó sobre la mesa—. Es un desquiciado mental, quizás estamos en presencia de un psicópata, esto vienen acompañado con trastornos de salud mental y adicción, pongo mis manos en el fuego, él no te hará daño es adicto a ti, eres su debilidad, Roma.

El tono serio en que me había hablado y la mirada sombría hizo que todo mi cuerpo se estremeciera. Un escalofrío extraño recorrió por toda mi cuerpo.

—¿Me puedo ir ya?

—Seguiremos con la investigación y hablaré con todos los invitados. Por ahora puede marcharse.

—Bien —suelto un suspiro y me levanto—. Suerte.

***

Cuando regreso a casa me doy una ducha rápida y agradezco al cielo que Analis no esté, lo menos que quiero es seguir con el tema. Me encuentro con una nota donde me informan que salieron a hacer los trámites del funeral de Laura.

Quiero sentirme mal, pero la verdad me da lo mismo. Algo dentro de mí se ha apagado y ya no es igual. 

Preparo algo para la cena, ya que no tengo ni apetito y soy interrumpo por el sonido del timbre. Camino hasta la entrada principal y al abrir la puerta me sorprendo al verle.

—¿Estás ocupada?

—No.

—¿Puedo pasar?

—Sí.

Me hago a un lado y Black entre con las manos metidas en los bolsillos y los hombros caídos.

—Vengo de comisaría —me informa—. Cada vez es peor encontrar a ese enfermo.

Se deja caer en el sofá y se pasa las manos por el rostro. Se levanta incómodo y saca mi teléfono de abajo de su trasero y lo coloca en la mesa.

—Lo siento —me río a medias y él rueda los ojos—. No me acuerdo el por qué está ahí.

—Da igual.

—¿Tienen algún sospechoso? —indago volviendo al tema inicial.

—Pues no —se truena los dedos—. Muchos invitados, las grabaciones de la cámara no ayudan, al parecer sabe lo que hace. Es bueno.

Acaba Conmigo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora