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"Esperaré por ti siempre, aunque termine sin vida entre tus brazos"

—¿Te puedo acompañar?

Levanto la vista y me encuentro con una amplia sonrisa, los ojos azules le brillan y el cabello rubio lo trae perfectamente peinado. Bajo su brazo traer el portátil y en la otra mano un café.

Suelto la dona de chocolate y asiento.

—Claro.

—¿Cómo has estado? —se da un sorbo y me mira con curiosidad.

—Bien —pongo mi boca en línea fina—. Lo bastante bien que se puede estar después de que el asesino siga haciendo de las suyas y la policía no de con él.

Hace una semana que el cuerpo de Jeremy fue encontrado en las afueras de la ciudad junto a unas rosas blancas. Las mismas rosas que recibió Analis cuando yo estaba con...

Black.

No habíamos vuelto hablar desde ese entonces, la sola idea de perderle me rompía el corazón. Así que me limité a trabajar en las noches y follar con Jay cuando estaba disponible.

Klaus se quedó en silencio.

—¿Tu investigación como va? —indago y apoyo los codos en la mesa.

—Pues no tengo mucho la verdad.

—Que no te dé corte hablar conmigo sobre el tema. Yo lo tengo bastante bien —me encojo de hombros—. Estoy a la espera de que venga y acabe conmigo de una vez.

—¿Así de sencillo? —su boca quedó abierta unos segundos. Klaus era el prototipo de un galán sexy el cual dejarías que te tocara hasta el alma.

Para mi desgracia creo que ya me había enamorado de Black y que todo yo le pertenecía al asesino. 

—No puedo hacer mucho.

—No rendirte por ejemplo —levantó su ceja izquierda—. Vivir, ser feliz. No se lo pongas tan fácil, Roma. Él lo único que quiere es volverte loca.

—Puede que tengas razón —le doy un mordisco a mi dona—. Necesito vivir en lo que él se decide.

—¿Tan segura estás que viene a por ti?

—Sin duda alguna yo soy su objetivo, pero si algo tengo claro es que no lo voy a esperar sentada —dejo dinero en la mesa y me pongo de pie—. Vamos.

Klaus se lo piensa varias veces antes de ponerse de pie y seguirme.

—Tengo mi auto por allá —dice incómodo—, por si a dónde vamos queda un poco lejos. Digo.

—Perfecto, dame las llaves.  Conduzco yo.

Las lanza y las tomo en el aire, le guiño un ojo, en cuánto me subo y espero por él. Deja el portátil en los asientos traseros. Se coloca el cinturón y se queda mirándome.

—¿Qué?

—¿No te vas a poner el cinturón?

—Mi muerte no será en un accidente de tráfico —piso el acelerador a fondo y Klaus se aferra a su asiento. Sus ojos amenazan con salir de órbita y me burlo de su cara.

—¿Dónde aprendiste a manejar? —pregunta alarmado.

—Ya te dije que hoy no vamos a morir. Vamos a disfrutar, bebé.

El camino se hace corto mientras se disfruta de la buena música, estaciono frente al único bar que está abierto de día. Dentro está climatizado, las luces de todos colores iluminan la oscuridad del local.

Acaba Conmigo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora