Acaba Conmigo ✓

22

"Y si de errores se trata tú serías mi favorito"

Analis me mira divertida en lo que sostengo el papel en mi mano y sigo pensando si es la mejor opción.

—¿Estás segura de que está es la dirección? —le pregunto. Apago el cigarrillo en el cenicero y paso el peso de una pierna a la otra.

—Claro que es esa —afirma muy decidida—. ¿Dudas de mis habilidades como detective profesional? —bromea y levanta las cejas varias veces—. Esa es la dirección, Roma.

—¿Crees que debería ir?

—Esa no es la pregunta —niega con su dedo índice—. ¿Te quedarás con la duda de saber lo que te iba a decir el sexy rubio?

—Vino hasta aquí porque quería decirme algo —hablo—. De seguro era importante.

—Entonces ve a buscarlo —chasquea sus dedos—. ¿Quieres que vaya contigo?

—No es necesario.

—Llévate el auto —me lanza las llaves—. Me llamas si te metes en lío.

Ruedo los ojos.

—No soy una niña.

—Sabes a lo que me refiero.

Ya, al asesino de las rosas blancas.

Salgo de la casa y me llevo el auto como me propone Analis, hace calor. Recojo mi cabello en una coleta y emprendo mi camino. Por suerte Klaus no vive tan lejos. Unos quince minutos después verifico la dirección, mientras miro por la ventanilla hasta dar con la ubicación.  

Estaciono.

El corazón me comienza a latir con fuerza, las manos me sudan y el solo hecho de pensar en lo que Klaus quería decirme tiene mis vellos de punta. 

Mi teléfono comienza a sonar rompiendo el horrible silencio. Rebusco en mi bolso de mano y lo tomo.

—Hola, bebé —me llevo el teléfono al oído.

—Hola, reina —la cálida voz de Nick me relaja—. Te llamo para hacerte una invitación.

—Soy todo oído —entro en el edificio y marco el número del elevador.

—No funciona —me dice un chico y le regalo una sonrisa en señal de agradecimiento.

Camino hasta las escaleras.

—Es el cumpleaños de Betsy —me dice Nick—. Me gustaría mucho que vinieras, puedes traer a tu novio.

—Cuenta con ello —ya llevo media escalera—. Ahí estaré —respiro con pesadez y me escucho agitada cuando llego a la planta.

—¡Roma! —me chilla con voz aguda y me aparto el teléfono.

—Me vas a dejar sorda. 

—Estás follando —comenta y me lo imagino con una sonrisa de oreja a oreja. 

—Estoy en un edificio con el ascensor estropeado. Malditas escaleras —me quejo—. No todo es sexo.

—Miénteme, reina —se burla. 

—Te veo en la noche, Nick. 

Guardo el teléfono y le doy un vistazo al local, el edificio no es el más limpio que he visto, huele a humedad y las paredes están sucias.

—¡Qué te den, papá! —una chica tira de la puerta con fuerzas y le saca el dedo corazón.

Abro los ojos como platos.