Ya han pasado seis meses desde que me fui de la mansión, las cosas han ido muy bien, no me puedo quejar. Volví al instituto y aunque me tocó rogarle a los profesores para que me dejaran trabajos, y así poder obtener las notas necesarias para ganar el año.
Mi amiga Sophia y los chicos me ayudaron mucho con los trabajos. Ellos me dijeron que no fueron más a visitarme porque el comportamiento de Victor no les agradó en absoluto y les provocaba desconfianza. Ryan estuvo a punto de ir a buscarme, pero Sophia no lo dejó, ya que conocía sus intenciones, y ella se había dado cuanta de que Alex no solo era mi amigo, y para evitarme problemas, le dijo que lo mejor era que se olvidara de mí.
Cuando yo vi a Ryan en clases, me ignoró, tenía novia y no volvimos a hablar. En fin, me gradúe, sí, ya salí del instituto. No fue fácil, pero lo logré, mi amiga se fue a otro país a estudiar medicina. Ya cumplí mis dieciocho años y ahora estoy buscando trabajo. De Alex no he sabido nada, quizá ya se casó para poder reclamar su trono, admito que los primeros días lejos de él fueron un tormento. Thomas me dijo que era por la ponzoña... Ya que quería estar cerca de Alex, pero poco a poco, el dolor que sentía en mi pecho por su ausencia fue disminuyendo.
Thomas alquiló una casa en el pueblo, el trabaja de un taller de autos, según él, era dueño de uno antes de ser vampiro y es lo que le gustaba hacer. De Derek no he sabido nada, hace una semana un vampiro intentó matarme por ordenes de ese tal Jack, pero Thomas me defendió y lo asesinó.
Salgo de mis pensamientos al ver un letrero en una cafetería, el cual dice que buscan una mesera. Me adentro al local, la verdad necesito el trabajo, debido a que no me gusta que Thomas me mantenga. Veo una señora de unos cuarenta años, cabello rubio, ojos verdes. Me acerco a ella, quizás me dé información.
—Buenas tardes, vengo por el puesto de mesera —digo un poco nerviosa.
—De acuerdo, vamos para que hables con el jefe. —Hace un ademán con las manos para que la siga.
Ella toca la puerta y se escucha un "Adelante" al entrar, veo un hombre cabello negro, tiene la vista fija en los papeles encima del escritorio, y al percatarse de nuestra presencia él alza la vista. Quedo boquiabierta al ver lo guapo que es, sus ojos son azules como dos zafiros, sus labios son rosados y carnosos. Creo que se movieron para decir "Bésame". Creo que hace un poco de calor aquí.
Sigo mi pequeña observación; sus facciones son hermosas, debe tener algunos veinticuatro años, él es de tez blanca, cuando se pone de pie. Logro observar su bien trabajado cuerpo, tiene puesto un traje negro con corbata, creo que se percata de mi observación porque sonríe de lado.
—Señor Smith, ella viene por el puesto de mesera —dice la mujer.
—Mucho gusto, Alexia Watson. —Me presento extendiendo mi mano.
—El gusto es mío, Christian Smith —dice sonriendo.
Después de la presentación, el señor Smith, me dice que puedo empezar desde mañana, aunque me preguntó si tenía experiencia y obviamente le dije que no; pero que aprendo rápido. Ese hombre es hermoso, su bella sonrisa, todo él es perfecto.
Salgo de allí feliz porque tengo trabajo, miro que se acerca una tormenta, voy caminando por las frías calles del pueblo, es de noche. Siento como el viento golpea mi rostro, lo único que logro conseguir es un poco de calor mientras froto mis muñecas, el frío que hace es muy fuerte, que siento como se cala en mis huesos.
Decido caminar rápido, ya Thomas debe estar preocupado porque aún no he llegado a casa, de repente comienza a llover, y corro con rapidez, pero termino dándome por vencida, debido a que me he empapado toda y mi labio inferior tiembla a causa del frío.
Camino despacio, cuando escucho que un auto frena a mi costado; de inmediato mi corazón se acelera, con tan sólo pensar que puede ser un violador, o un asesino.
Moriré, y no tendré la dicha de trabajar ni una sola vez, quizá mañana aparezca en todos los periódicos. Claro, tirada en una zanja y muerta. El vidrio de la ventanilla se sube dejando ver al conductor, ahora sí me va a dar un paro cardíaco o quizás algo peor. El dueño de ese auto es mi jefe Christian.
—Señorita Watson, súbase que le va a dar un resfriado. Yo la llevaré a casa —dice con voz firme.
¿Qué hago?
—No gracias, así estoy bien —hablo despacio
—Se sube, o me bajo y la subo a la fuerza —replica con su ceño fruncido.
¿Será capaz de hacer tal cosa? si él no me conoce. Es decir, sólo sabe mi nombre y que voy a trabajar en la cafetería, pero nunca pensé de que me iba a encontrar en esta situación y que él se iba a ofrecer a llevarme a casa.
—Me gusta la lluvia —digo tiritando del frío—. El clima está perfecto. —Casi no puedo hablar porque me tiembla el labio. Él me mira con curiosidad, y frunce el ceño.
—¿Le gusta la lluvia? ¿No importa si puede darle un resfriado? —pregunta pensativo.
—No me va a dar na... —No termino la oración porque comienzo a estornudar.
—Creo que lo mejor es que acepte mi ayuda.
—Bien. —Me acerco al auto y abro la puerta para después entrar, me siento en el puesto del copiloto mientras froto mis manos para darme un poco de calor. Lo veo que se quita su saco.
—Ten. —Me lo pasa, dudo unos segundos, pero lo tomo y me lo coloco.
De inmediato el olor de su perfume llega a mis fosas nasales. Respiro con alivio cuando enciende la calefacción. Siento que me tiemblan hasta las costillas. Christian sostiene una de mis manos entre las suyas, y por inercia me suelto de su agarre.
—Estás helada. —Asiento despacio y él arranca el auto.
Observo como se le marcan los músculos a través de la camisa blanca, la cual le queda ajustada al cuerpo. Se ve tan sexy.
—¿Te gusta poner tu vida en peligro? —inquiere mirando a través del parabrisas.
—No, solo que usted es un desconocido.
—Soy su jefe.
—Sigue siendo un desconocido —replico sin mirarlo.
Nos quedamos en completo silencio y tras varios minutos en camino le digo la dirección y después llegamos.
—Hemos llegado.
—Gracias por traerme. —Le entrego el saco.
—De nada, nos vemos mañana en el trabajo. —Sonríe guiñando un ojo.
Me bajo del auto y corro a la entrada de la casa, aún llueve fuerte. Meto la llave en la cerradura de la puerta, enseguida esta se abre. Camino sigilosamente y veo a Thomas en la sala de pie cruzado de brazos, con su ceño fruncido. Está enojado porque he llagado a esta hora.
—¿Qué son estas horas de llegar jovencita? —replica molesto.
—Abuelo. —Él sonríe cada vez que lo llamo así. —¡Conseguí trabajo! —chillo abrazándolo, e inmediatamente me estrecha en sus brazos, todo este tiempo viviendo con él. Se ha portado como un padre para mí y lo quiero como tal.
—Me alegra. —Sonríe dándome vueltas en el aire, después me deja en el piso.
—¿Quién te trajo?
—Mi jefe. —Él alza una ceja. —No pienses mal, cuando venía para acá se puso a llover, él iba pasando por ahí y se ofreció a traerme.
—Bien, vamos para que comas algo, pero primero ve a cambiarte, si no quieres enfermar —dice y camina hacia la cocina.
Subo a mi habitación y me coloco ropa seca y abrigadora. Mañana será mi primer día de trabajo, suspiro dejándome caer en la cama.
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Oscura obsesión |COMPLETA|
Vampiros-Hola, preciosa. Al fin te encontré -habla mirándome de arriba abajo con media sonrisa. -Qui... ¿quién eres? -mi voz sale temblorosa. -Tu dueño -dice con una sonrisa divertida, lo cual hace que un escalofrío pase por toda mi columna vertebral. Pero...