XXX: "Como en los cuentos de Disney".

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Existía un periodo en la Universidad después de los bimestrales que se le llamaba popularmente “periodo de relajación” y correspondía a los últimos días de octubre, sí, octubre, en donde el frío calaba demasiado y tenías que envolverte entre sában...

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Existía un periodo en la Universidad después de los bimestrales que se le llamaba popularmente “periodo de relajación” y correspondía a los últimos días de octubre, sí, octubre, en donde el frío calaba demasiado y tenías que envolverte entre sábanas de lana, el tiempo empezó a volar de la nada y cuando me di cuenta estaba a vísperas de Halloween y entonces tenía que salir de mi cómoda cueva a preguntar de qué nos disfrazaríamos él y yo para las fiestas que organizaban los campus diversos días para no toparse con otras y centrar la atención en una sola.

Peeeeeeeero, la situación sentimental entre mi queridísimo Liam y mi bella persona, no estaba reluciente por varios incidentes (como el del pastel, claro) y se habían sumado otros como dejar la ropa en la lavadora, quemar uno de mis trabajos, sentarse encima de un proyecto, caerse encima de mi laptop y romperla, no pagar la parte del alquiler, no comprar comida y otras tantas fechorías que Liam había cometido en los últimos dos meses. Por supuesto, no eran su intención pero eso no lo había excusado de mi enojo. Y regresando al tema principal, de irle a preguntar de que iríamos a una fiesta de Halloween, ciertamente aterraba porque no lo había tratado muy bien después de todo. Y sí, era nuevamente un desastre.

—Ian—Llamó el reciente aludido, a lo que respondí un “mande”—. ¿De qué vamos a ir a la cosa de los campus? Deberíamos ir a las tiendas a ver que conseguimos o algo, no sé. ¿Te parece bien?

—Claro. ¿Cuándo puedes?—pregunté, saliendo de mi cómoda cueva a la cueva vecina entreabierta y él me indicó que pasara, sonreí sin poder evitarlo mientras me internaba en su habitación.

—Cuando quieras. Es el “periodo de relajación” así que... cuando quieras, bonito—respondió. Él extendió sus brazos hacia mí y yo fui directo a ellos, sentándome en su regazo y besando su mejilla.

Él puso sus manos en mis caderas y las acarició bajo la ropa, sus labios se ciñeron en mi cuello desnudo y me aferré a su camisa al sentir su lengua desplazarse por mi nuez de Adán y sus manos vagaron a los tirantes de la musculosa, bajándolos para acariciar mis hombros.

Palabras de miel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora