Enamorarte de unas palabras es fácil. No, en serio es terriblemente fácil y más para Ian Hargitay.
El responsable es Liam Belzer.
Pero no sólo serán palabras de miel las que enamoren a ambos, también serán los actos que hagan participe el otro.
"...
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—¿Sabes qué es lo mejor de acabar un semestre exentando todo?—Presumió Liam en mi rostro, sabiendo que a mí me había faltado una materia.
—¿Qué?
El sonrió punzando con su dedo índice mi ceño para que dejara de fruncirlo por el estrés que tenía por haber olvidado un solo trabajo y por eso tener que presentar una tesis que era como el examen pero todavía más aparte elaborar una maqueta y presentar el mismísimo examen.
—Ayudar a mi lindo novio en su trabajo—Se encogió de hombros buscando en su laptop la información correspondiente y enseñándomela después de un rato mientras yo armaba la maqueta del modelo del diseño de un salón de tecnología ergonómico que perteneciera a una empresa y elaborar el logo debido.
—Gracias, amor. ¿Regresarás con tus papás en vacaciones?—Él negó. Oh, empezamos bien—. ¿Qué harás?
—Estar contigo.
Él respondió con naturalidad, mientras iba por una taza de Oolong al verla vacía y regresó después de unos momentos para besarme suavemente en la mejilla a la vez que terminaba de recolectar la información y ayudándome en el diseño.
—¿Te parece si vamos a algún lado tipo parque?—Él asintió musitando un: “Me gustan los parques, realmente me gustan”. Me sonrojé al instante y él me abrazó por el cuello para después darme un masaje en el cuello con delicadeza—. A mi también me gustan, mucho, mucho.
—Te amo.
Tomé el té de la bandeja que él había traído y sorbí apreciando el cálido líquido para después entablar una mirada con él, sus lindos ojos mieles que de cerca tenían pequeñas manchas rojizas y verdosas que solo se lograrían apreciar al verlo realmente cerca como cuando compartíamos un beso con los ojos entrecerrados.
—Yo también te amo.
Aquella noche a las tres de la mañana cuando terminamos aquel arduo trabajo, él se acurrucó a mi lado y de algún modo terminé en su abdomen con mis piernas entrelazadas entre las suyas. Y él tenía una mano en mi cabello y la otra en mi hombro, entonces de alguna manera terminamos encima del otro. Era un lugar cálido al cual no quería retirarme a la mañana siguiente cuando los rayos del sol avisaron que era mañana y era probablemente más cálido que una casa en sí, mi calentador personal en realidad porque cada vez que dormía a su lado amanecía sudado si el clima no estaba lo suficientemente bajo en temperatura, sus ronquidos de los que era más consciente resonando en mis oídos en aquel descanso que nos habíamos permitido tener.