#Especial 6: "Eres mío y yo soy tuyo".

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A Nathan le gustaba Finn

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A Nathan le gustaba Finn. Y a Finn le gustaba Nathan.

Es más, se amaban.

Era ridículo que no lo hicieran después de tantas cosas vividas en el trayecto de su camino de amor que no fue realmente puro amor y felicidad, ningún amor pasaba sólo por aquellos sentimientos. Ellos tal vez sufrieron a su manera el sentimiento y aquella tarde de la mañana siguiente de Navidad, estaban en la Academia de Música, lugar en donde todo había comenzado en el momento en que los ojos del otro se posaron sobre el otro, y entonces se desencadenó el sentimiento que tanto guardaban, inclusive en aquel momento se sintieron atraídos hacia el otro y después, sus sentimientos fueron creciendo, creando confusión en el pequeño al no saber distinguir entre admiración y un profundo enamoramiento del cual no era consciente y para el otro, aquel chico que se acostumbraba a usar a las personas vio la luna y el sol en el chiquillo de ojos azules que tocaba realmente bien el piano y tenía muy poca confianza en su canto.

El ojiverde trató de seducirlo, lo logró al punto de lograr que aquel chiquillo desprendiera sus labios para dejar fluir un dulce gemido cuando se empezó a meter con él. Fue algo inefable pero muy claro para su entrepierna de lo que sucedía, aunque bien después surgieron muchos problemas que se resolvieron cuando los juntaron para hacer un dueto de piano y voz por una tarea de la señorita McCabell, que en su momento fue tan odiada y al mirar atrás, simplemente se le agradece por haber hecho lo que había hecho por ellos. Fue tan simple como un beso, que despejó todas las dudas, aquel beso en aquel piano de cola fue memorable y aquel par lo estaba reviviendo entre risas, esta vez sin que el menor saliera corriendo por la puerta.

Nathan siempre se encargaba de recordarle aquel momento y entonces Finn se reiría, sus manitas cubriendo su boca mientras sus hombros se sacudían en cada risa.

En aquella relación, las luces se enfocaban en ambos y en nadie más, las palabras sobraban cuando existía el jugar con las manos del otro y veían películas que Finn quería, porque al parecer a Nathan le gustaba consentir al chiquillo y a Finn le gustaba ser consentido. Ellos pasaban el día acurrucados, Nathan siendo el conejillo de indias de Finn cuando le daba por probar nuevos platillos o tenía un examen y el mayor lo molestaba, diciendo que se volvería gordo y entonces ya no lo querría, entonces  Finn  bromeaba con su profesión de psicología, diciendo que si no necesitaba un chequeo. Y Nathan siempre rodaba los ojos, pero jamás le refutaba, es más se divertía con cada provocación.

En su idilio de amor no se daban cuenta de los demás, se encerraban dentro de su burbuja con el mínimo roce y parecían colegialas idiotas por más que ambos hubiesen cumplido 21 el día anterior. A Nathan le gustaba besar el anular de Finn, en donde estaba el anillo de compromiso y siempre se encargaba de mostrar el anillo por la mínima persona que tratara de ver a su chiquillo de más. Y en la noche, Finn le regañaba por su comportamiento pero jamás se enojaba porque era muy lindo el gesto, era débil con esas acciones.

Aquella noche en la casa de los Hargitay, ellos fueron silenciosos, demostraron su amor bajo las sábanas azules y se encargaron de marcar, hacer temblar y flaquear al otro. Ellos vieron las estrellas desde el ventanal mientras se unían y tal vez era un pecado el que dos hombres estuviesen juntos pero, ¿algo tan hermoso podía ser uno, tan siquiera?

La respuesta era no.

Al menos para ese par, la respuesta era un simple no. Y eso no iba a cambiar por más que todo el mundo lo rechazara porque para ellos dos, el otro era su simple maravilla y pieza maestra. Ellos solo se amaban, se amaban como su corazón les permitía y no solo bajo las sábanas, lo podían demostrar las miles de situaciones que habían pasado en aquellos tres años, ellos enloquecían con cada mirada y caricia que se repartían, cada beso salado o dulce era único, cada fluido que intercambiaban en un vaivén suave de caderas o cada baile que compartían juntos cuando aprendieron a bailar vals.

Todo era especial mientras estuviesen tomados de las manos con la misma adoración tatuada en sus ojos. Ellos podrían simplemente acostarse el uno al lado del otro y olvidarse de absolutamente todo porque cuando estaban juntos, ellos eran un equipo inigualable; nadie podía decirles cómo comportarse o cómo amar porque tomados de la mano, lo habían descubierto sin más. En cada beso, ellos se entregaban un pedazo de maravilla y en cada caricia ellos se desnudaban para el otro en todos los sentidos, exponiendo sus sentimientos y sus aspiraciones al otro porque no existía el temor de ser defraudados.

Tal vez  su amor llegaría al grado de saber exactamente el sabor y el deleite de su amor, memorizar la sonrisa del otro, enloquecer con el solo tacto mientras se besaban bajo las estrellas, quién sabe, sólo Dios lo podría saber. Ellos simplemente se enamoraron, como cualquier persona normal y encontraron a su persona correcta, que mediante la alianza se encontraban unidos eternamente.

—Te amo—murmuró en un bostezo el mayor en el oído del castaño. Finn asintió, ya lo sabía, ¿cómo no lo iba a saber, si cada día su novio se encargaba de demostrárselo? Era feliz sabiéndolo pero no solo eso, él realmente las entendía y las compartía. Aquellas palabras estaban impregnadas en cada parte de su cuerpo y comprendía el significado, por lo que las devolvió, apretando el cuello de su prometido quien sonreía como un niño en el contacto. Finn deseó un pedazo del corazón del ojiverde y lo obtuvo entero, sin requerimientos más que el mismo amor de vuelta. Entonces Nathan empezó a hablar del progreso de su amor, su voz era ronca por el sueño pero seguía hablando mientras Finn le acariciaba el cabello que estaba recogido en una pequeña coleta—. Me gusta el hecho de casarme contigo, es algo que no imaginaba y simplemente caí enamorado como una paloma al estrellarse con un cristal, nunca lo vi venir—El ojiazul rio ante la comparación, su novio era un tonto. Oh, su prometido, aún no estaba acostumbrado al cambio de sustantivo—. Esto es serio, bebé—Regañó—. Es inevitable no sonreír a tu lado, te amo como nunca antes hubiese imaginado y me alegra ser la primera persona que te diga estas palabras y que te haga sacar esos sonrojos que me dan ganas de hacerte gritar bajo mi. Me enamoré de ti que el solo verte me quitaba el aliento y aun lo sigues haciendo y...—Se detuvo a besar los labios ajenos—. Eres mio, así como yo soy tuyo. Y es un progreso muy lindo, me encantas... He aprendido tanto de ti y creo que eso es lo más precioso del amor, ¿sabes? Sin importar el género, siempre aprendes si se trata de la persona correcta y bueno, tú eres la mía, siempre lo has sido desde el momento en el que te vi—Lo volvió a besar, acariciando con su nariz, la mejilla del menor—. He aprendido tanto de ti, cosas que no hubiera imaginado, he mejorado y corregido actitudes estúpidas que nos impedían ser completamente felices... Sé que tú eres para mí del mismo modo en el que yo soy para ti, es lo que somos, es lo que nos tuvo preparado el destino.

Finn rio, besando los labios de Nathan. Su sonrisa no cabía en la extensión de su rostro y destellaba. Nathan siempre decía lo justo en momentos oportunos así que añadir eso a lo último que escucharía en aquel día era sencillamente maravilloso y entonces el curso de sus sentimientos se aclaraba, resultando tan simple e ignorando todos los baches de aquella relación y tal vez no eran lo mejor para el otro pero era todo lo que querían del otro, más allá de lo justo y lo suficiente como para enamorarse, solo así dejando de ser tontos mientras seguían siendo unos ridículos críos que se perseguían en las calles de Oslo tomados de la mano. Aunque las personas siguieran diciendo pestes sobre ellos, ellos seguían expresándose con su música en aquel gran piano, silenciando todo y entonces convertían el foco de la habitación en el otro, como debía ser por lo que con una sonrisa, Finn respondió.

—Y estoy listo para acompañarte en ese progreso.

Palabras de miel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora