XLVIII: "Palabras de miel".

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"Un mensaje de +476880986531"

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Ian salió de la ducha para relajarse ante aquella risa de alguien que realmente extrañaba

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Ian salió de la ducha para relajarse ante aquella risa de alguien que realmente extrañaba. Aquella risa era memorable, gustaba de ser lo primero que escuchaba en las mañanas y lo último en las noches junto a otras dulces palabras tan dulces al oído mientras dormía. Se preguntaba si alguna vez volvería a escuchar aquellas dulces palabras de miel de aquellos labios rosáceos y suaves que le solían robar el aliento.

Se relamió los labios, sintiendo las cenizas de un amor que añoraba tanto quedarse atorado en su garganta. Entristeció, era una mala jugada seguir dándole vuelta al asunto, no tenía que pensar en aquella risa como un desquiciado, no tenía por qué joderle la mente.

Era inútil pensar en eso, pronto iba a tomar un vuelo para tener la última pieza del engranaje para una vida libre de lamentos. No podía seguir aferrándose porque no sabía si él ya había pasado de página, probablemente ya lo habría hecho... Se trataba de Liam Belzer, o sea, el dulce chico de los pliegues de tiburoncín, médico y encima de todo, el mejor hombre que había tenido el placer de conocer. Era injusto seguir teniendo ilusiones de un amor acabado en desgracia, no sólo para él sino también para Liam.

Ojalá no fuese así pero no tenía por qué ilusionarse para después caer en una espiral destructiva.

Aquella noche le gustaba por ser especialmente brillante a excepción de muchas anteriores, Ian seguía viviendo en Nueva York pero ahora vivía en una privada residencial de apartamentos libre de enormes rascacielos que no le dejaban ver en absoluto el transcurso del anochecer por lo que ahora, en las noches, podía recordar con nostalgia el majestuoso cielo de Oslo. Era una noche que parecía ser una con una gran luna llena y pequeñas estrellas distantes, como pequeños puntitos en el cielo enorme del cual él había hecho una comparacion alguna vez en cierta parte de la anatomía de alguien que marcó el cielo y el infierno para él. Significó una noche en la que era sencillamente hecha para disfrutar después de haber sido atacado por aquel lindo sonido anterior que el castaño había escuchado en su celular. Pero como seguía diciendo, aquella risita había evocado muchos recuerdos asombrosos e Ian no se encontraba seguro de si podría permitirse hablar con Liam sin querer comérselo entero.

Era peligroso, una jodida odisea en donde se jugaba algo más que el simple pellejo.

Pensó estar preparado para enfrentarse a él en un futuro, pero... ¿Una risa y con eso el corazón se le hacía puré de papa? Además, esa risa había sido una jodida venganza o una jodida broma, solo Dios podría saber. Se mordió el labio; su mente evocó los dulces besos de él, las caricias en los lugares que él conocía para hacerlo débil, las palabras de miel que lo perseguían en sueños una y otra vez.

Se vistió tranquilamente, o al menos lo intentó, y procedió a irse a la cama, ese era el plan hasta que vio la luz cast prendida, lo que indicaba una notificación en su celular y procedió a desbloquearlo mientras iba a la cocina a servirse algo de helado con una mueca de disgusto evidente, le había dado hambre de repente. La cucharilla cayó al suelo al igual que su corazón cuando abrió la aplicación de mensajería y leyó el mensaje.

 La cucharilla cayó al suelo al igual que su corazón cuando abrió la aplicación de mensajería y leyó el mensaje

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Definitivamente, no puedo vivir sin ti.


Las mejillas del hombre castaño se tiñeron de un rojo escarlata y dio origen a un grito cuando el timbre del apartamento sonó e Ian no sabía que hacer al ver nublado su juicio de pronto en aquel mensaje y su corazón se agitó cada vez más mientras se dirigía a la puerta y con nerviosismo la abrió, encontrándose un gran ramo de gardenias y rosas rojas en la entrada. El chico no pudo menos que sonreír mientras sus mejillas se coloreaban aun más y se agachaba para recoger el arreglo floral el cual le provocaba tantas emociones que era imposible contenerlas en una sola sonrisa por lo que dio una media vuelta para entrar nuevamente en el apartamento.

Entonces un cuerpo le jaló del brazo, obligándole a entrar al apartamento y con eso pegándolo a la puerta, su espalda chocó contra el roble sin más y apenas le dio tiempo de reaccionar para cerrar los ojos porque sabía lo que venía. Unos labios abrazaron los suyos entre la confusión del momento de repente e Ian saboreó el dulce olor y sabor del té, una suave barbilla con algo de barba estaba rozando contra su propio mentón en el beso desenfrenado que compartían aquellos sujetos en desesperación evidente. Un beso salado, un beso en el que aquellos sujetos compartían más que fluidos y sus corazones se agitaban, su claridad desvaneciéndose y entonces realmente no importaba nada más, porque para ese entonces ambos no podían pensar en otra situación en la que sus labios no se estuvieran tocando o sus manos recorrieran el cuerpo del otro, su amor había sido insano alguna vez pero ahora parecía tan distante a ser eso mientras se estrechaban aquellos sujetos con la mayor fuerza con la que antes se habían estrechado.

Joder, se sentía tan libre y seguro.

Ian sonrió entre las lágrimas ocasionadas por aquel beso mientras un pensamiento se originaba como respuesta a su incógnita, algo tan simple en el que en vez de un punto final, simplemente se pasaba de hoja y se escribía una nueva historia sin ningún punto de por medio porque en realidad, el amor no tenía un punto final, solo tenía sencillas comas y sencillos pensamientos que hacían que la mente se alocara. ¿Alguna vez el ser humano dejará de ser egoísta? No, nunca pero eso estaba bien para aquellos dos mientras sus labios se unían desesperadamente y acariciaban el cuerpo del otro con una timidez desconocida para ellos anteriormente. Ian pensó en su anterior cuestionamiento pero pronto eso ya no tenía sentido, por lo que su deseo se había cumplido y eso era algo parecido a un tal vez, lleno de muchas probabilidades que eran más probables a cumplirse porque en realidad el tiempo era algo relativo para ambos y ellos lo iban a aprovechar, al menos el que compartieran juntos en aquel universo y probablemente en todos los demás universos paralelos. Oh sí, Ian sonrió puesto que no podía sentir más profundo que aquellas sensaciones que el sujeto rubio le brindaba a sus labios entre tropiezos.

Sus frentes se pegaron y establecieron miradas por primera vez después de muchos años, una mirada que significó mucho mientras Ian simplemente se permitía sonreír lo mejor que podía, porque realmente esa sonrisa ahora era fruto de dos factores importantes: el amor infinito que le tenía a Liam Belzer y el amor que ahora se tenía a sí mismo mientras sostenía por el cuello a aquel hombre rubio, quien empezó a musitar palabras tan dulces como la miel e Ian lo afirmó en su mente, un hecho que simplemente era muy claro para él, no tenía pinta de acabarse; terminó sonriendo sin mas, antes de unir sus labios nuevamente.

Y entonces... Tal vez podría escuchar más palabras de miel.

Palabras de miel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora