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—¡Te fuiste con un desconocido! ¡Pudo haberte hecho algo malo!

—Pero...

—¡No! Debiste venir aquí en lugar de ir a... A quien sabe dónde.

—Por favor, ya no sigas mamá. No soy un niño, puedo cuidarme yo solo.

—Kim Namjoon, ¿te estás escuchando? No entiendes la gravedad del asunto.

—Papá... —el hombre mayor solo le dedico una mirada lastimera, no quería arriesgarse a salir regañado también.

—Y tú... —muy tarde—. ¿No le dirás nada?

—Cariño, ya es un adulto...

—¡Solo tiene 21!

—Mamá —el alfa se levantó del sofá, ya estaba cansando de la situación. A veces odiaba que su mamá quisiera cuidarlo de más. Ya no era un niño que corría a sus brazos después de que otros alfas le quebraran los lentes. Ya no—. Entiende, no pasa nada malo, ¿ok? Y si Seokjin se quedó conmigo a cuidarme, es porque... Porque es mi novio.

—¿Qué? —la mujer incrédula se acercó, haciendo que Nam retroceda—. Debes estar bromeando. Tú no puedes salir con un chico... ¡Así!

—¿Por qué? Porqué tiene mucho dinero, porqué es el chico más guapo de la universidad o porqué su personalidad no es de tu agrado...

—Namjoon, entiende. No te conviene estar en una relación así. Ese chico se nota desde lejos que le gusta lo caro, y tú no podrías costear nada así. Y si, su personalidad es muy diferente a la tuya. ¿Qué clase de omega se mete a la casa de un chico virgen para corromperlo?

—No te atreves a decirlo... —sintió una punzada ante las palabras de su madre, también vergüenza porque decía más de la cuenta y rabia por querer ofender a su omega—. Se supone que deberías estar feliz por mí. Siempre te conté que había un omega que me gustaba desde que entré, y ahora que al fin salgo con él... ¿Crees que lo hace por lastima o broma?

—Namie... Solo no quiero que sufras, no soportaría que tú primera relación sea un fracaso y tú seas el único afectado.

—Por favor, respeta mi decisión. Si sufriré estando con él, que así sea... Porque lo amo, así que déjame ser un hombre de verdad y experimentar lo que será un corazón roto según tú.

La señora Kim no dijo nada, tampoco podía enojarse con su hijo porque jamás lo a hecho, y la distancia entre ellos no era buena. Suspiró resignada y se dejó caer en el sofá con su esposo, quien estuvo expectante a la situación para no empeorar las cosas.

—Esta bien, pero quiero conocerlo oficialmente.

—Ok, lo traeré un día a cenar.

—Lo quiero, ya —sentenció.

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En la casa de los Park, el intenso olor que no lograba definir a quien pertenecía se sentía por todos lados. Era una mezcla de cítrico con un toque dulce, pero lo que se sentía claramente era el enojo en el.

—Estás castigado. ¿Escuchaste? Nada de tus fiestitas y te quitaré el auto otra vez. Ah y ni creas que el chófer te llevará, a la escuela irás caminando. Y te vas olvidando de tus tarjetas de crédito.

—¡Bien! Hazlo, no me importa —claro que le importa—. Ahora déjame descansar.

—Y seguirás sin decirme con quién estabas.

Con Aroma A Café Donde viven las historias. Descúbrelo ahora