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Las palabras le seguían retumbando en la cabeza. Ya llevaba varios días encerrado en su habitación sin poder pensar en otra cosa que no fuera en su relación fallida.

Su corazón dolía y se estrujaba cada vez que lo recordaba, sentía que alguien le oprimía el pecho a tal punto de querer asfixiarlo. Su llanto no paraba, casi sintiendo que quedaría seco, pero las lágrimas siempre continuaba bajando.

Dejó de hablar con su lobo, no quería escuchar sus reclamos. No más. Le insistía en que fuera detrás de su novio, que no lo dejara. No entendía que las cosas habían quedado claras. El omega que una vez juró amar destruyó sus sentimientos.

Ese amor aún estaba latente, no podía hacerlo desaparecer de un día para otro. Era imposible. Pero lo que si podía hacer era transformarlo en otro sentimiento. Cada vez que lo pensaba llegaba a la misma conclusión; odio.

Odiaba la forma como terminaron las cosas, odiaba las palabras que salieron de la boca que un día besó. Odiaba la forma cruel en qué le mintió, odiaba su descaro. Odiaba todo de él porque lo hizo caer. Se odiaba a él mismo por haberle creído. Pero más que nada...

Odiaba al omega Seokjin.

Se dio cuenta de que ser sensible le afectaba de sobremanera. Ya no quería continuar sufriendo por alguien que lo lastimó sin detenerse. No soportaría verlo de nuevo. Después de todo Namjoon le fue sincero con sus sentimientos, le entregó su corazón solo para que Seokjin lo dejara caer al frío suelo haciéndolo trizas.

No podía, ya no quería más.

—Creo que... Ya tomé una decisión.

—¿De qué hablas, hijo? —su padre, su querido padre se la había pasado consolando su sufrimiento desde la tarde que lo encontró llorando como niño pequeño en el suelo.

Su corazón se rompió al ver a su hijo sufrir por el amor arruinado del que creía su omega destinado. No hizo otra cosa más que abrazarlo con todas sus fuerzas y decirle que todo estaría bien. Como pudo lo ingreso a la casa ya que la lluvia no ayudaba para nada, solo hacía ver la situación con más nostalgia y tristeza.

La señora Kim quiso ir a enfrentar al omega causante del sufrimiento de su retoño, pero su esposo se lo impidió. Solo quería estar para su hijo. Solo era él quien les importaba.

—Debo hacer una llamada...

—Hijo, no lo intentarás llamar otra vez —el alfa suspiró cabizbajo, ya era muchas veces en las que su hijo intentaba llamar a su exnovio, sin tener respuesta y sintiéndose impotente por la situación.

—No, ya no quiero seguir con eso. Mi corazón ya no puede soportar otro golpe más... Y-yo lo amaba, aún lo amo —sus ojos se llenaron de lágrimas y cayó en los hombros de su padre para llorar.

El cuerpo le dolía por completo, se sentía miserable y su lobo le decía lo mismo, lo culpó por no mantener a su omega junto a él. Le recalcaba que era su destinado y era una basura al lado de alguien tan perfecto como Seokjin. Y Namjoon comenzaba a dudar de sí mismo, si de verdad era un alfa. Se comportaba tan sensible a diferencia de otros, le era difícil superarlo. Y es que ¿cómo superar un amor como el de ellos?

Lo único que pudo hacer fue bloquear a su lobo por completo, no necesitaba más reprensión de su parte.

Namjoon permaneció recostado en su cama hecho una bolita bajo las cobijas todo ese tiempo, lloraba sin poder detenerse y sin querer escuchar a nadie. Ni siquiera había probado bocado y se negaba a salir de ahí. Pero su padre que era más suave fue quien se dedicó a darle su tiempo.

Con Aroma A Café Donde viven las historias. Descúbrelo ahora